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Observaba desde una distancia prudente al bastardo Targaryen, como lo habían pactado la noche anterior, cuando se deslumbrara el comoemzo de un nuevo dia ella se reunió con él a las afueras de la fortaleza de Lord Darklyn para partir. Y cuando salió, él ya estaba fuera, despidiéndose del joven lord y de su corte, miraba con algo de diversión al niño todavía mirarlo con temor. Y analizadolo mejor admitia que notaba el porque, a pesar de todo su desprecio por la sangre mestiza que corría por sus venas, no podía negar que Aegon no pudo haber elegido un mejor aliado para representarlo. Orys Baratheon era un hombre de imponente presencia y apariencia, parecía ser un buen guerrero y además parecía ser astuto y sumamente leal a la causa de los Targaryen.

Ella avanzó hacia donde él estaba, notando cómo a los soldados que aguardaban detrás de él llevaban el blasón de su casa, la casa Baratheon: pudo ver al ciervo plasmado en los escudos, era un animal muy allegado a él, a su parecer. Cuando Orys y el joven lord terminaron su charla, el niño se echó para atrás y ni siquiera pareció notar su presencia. O mejor dicho, no se atrevió a cuestionar su presencia frente a él.

Orys se volteó y caminó hacia ella, pasando a su lado como si no le tomase gran importancia a su presencia. Divertida, no hizo nada más que seguirle el paso hasta llegar a donde los corceles los esperaban junto a sus soldados. Algunos la miraban con desconfianza, otros con picardía. Ella se preguntaba si ellos tal vez pensaban que era la más reciente adquisición de su lord para servirle en su placer o simplemente en su servicio. O tal vez, después de ver la sumisión y el respeto que mostraban ante Orys, no se atrevían a pensar en nada que él no les pidiera. Después de todo, ellos eran meros caballeros que no se arriesgarían a enojar a tal hombre.

Cuando los corceles estuvieron preparados, Verena se arrimó para subir, pero el firme agarre en su brazo la detuvo. El bastardo la miraba fijamente con desconfianza ardiendo en sus oscuros ojos, y su agarre parecía enviar un mensaje de advertencia.

—Pensé que ya habíamos pasado esto, mi querido lord —dijo mirándolo con calma.

Orys la acercó a él, haciendo que su voz amenazante resonara cerca de su oído.

—Solo espero que no hayas olvidado nuestra conversación.

—No lo he hecho, y si lo hubiera hecho, ya me lo habrías recordado— dijo mirandolo fijamente.

Orys apretó su agarre hacia ella, su advertencia clara.

—Si esto llegara a ser una trampa...—repitió nuevamente.

—Mis palabras son verdaderas— ella lo cortó con firmeza.

—Eso espero— advirtió con frialdad.

El la solo asintió, soltándola bruscamente. Se alejó y se subió a su propio corcel. Verena lo miró con molestia, pero se calmo sabiendo que confrontarlo no valdría la pena, así se acercó hacia el propio caballo preparado para ella y con la ayuda de uno de los caballeros, hizo lo mismo y se montó. Enzaron a avanzar y a la par los caballeros por detras, el viento frío de la mañana acariciando su rostros.

Mientras cabalgaban, Verena observaba el entorno, analizando cada detalle. El paisaje era agreste, con colinas ondulantes y bosques densos. La fortaleza Darklyn quedaba atrás, haciéndose cada vez más imposible verla.

Orys mantenía su mirada fija al frente, concentrado en el camino. Verena podía sentir la tensión entre ellos, una tensión que parecía hacerce más notable con cada paso de los caballos, comenzó a sentir la mirada también de los soldados y ella entendía el porqué Orys no era solo un bastardo; era un hombre de gran poder, superior al de ella en aquel momento y ademas un líder nato al que sus hombres parecían respetarlo profundamente, ellos esperaban que hiciera un movimiento en falso para derribarla y posiblemente matarla.

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⏰ Última actualización: Aug 13 ⏰

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LA SOMBRA DE LOS DRAGONES| El Legado De Verena Vengerberg Donde viven las historias. Descúbrelo ahora