Capítulo 2

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Tyler.

Encontrarme con Harper había revivido en mí sentimientos que pensé que había guardado con llave en lo más profundo de mi corazón, me perdí en sus ojos verdes mientras ella se disculpaba por haber derramado su malteada, le resté importancia y la invité a comprar otra, ella dudó por un momento pero al final aceptó.

No podía creer que estaba frente a ella después de haber pasado estos años separados, pero me alegró saber que ella se encontraba bien, que había sanado y que había sacado adelante su carrera, me sentía sumamente orgulloso de ella aunque eso hubiera costado nuestra relación.

Entiendo que, para Harper era difícil quedarse aquí después de todo lo que pasó, después de todo lo que sufrimos necesitaba alejarse, sanar y estar sola por un tiempo y aunque al principio no lo entendí porque yo quería estar con ella en todo momento, y me sentí muy triste por mucho tiempo, con el paso del tiempo reconocí que fué la decisión correcta, agradecí de cierto modo haberme quedado aquí porque de lo contrario hubiera arriesgado mi futuro por seguirla y aunque amaba mucho a Harper eso no hubiera sido muy inteligente de mi parte...

Harper seguía siendo esa chica hermosa que yo recordaba, ahora era una mujer claro, se veía más madura pero seguía teniendo esa escencia en su personalidad que fue lo que hizo que me enamorara de ella en un principio, esa sonrisa que me dejaba embelesado...

«basta Tyler, ella ya no es tu novia»

Cuando le propuse salir con los perros alguna vez recordé que de esa forma la invitaba a salir cuando nos conocimos pero aunque ésta vez no fuera así porque no sabía cómo era su vida amorosa no quería perder el contacto del todo con ella, quería por lo menos saber si estaba bien y si era feliz, aunque no fuera conmigo...

Cuando Harper salió de la cafetería y la vi alejarse sentí un nudo en el estómago y me di cuenta de que aunque habían pasado los años yo nunca había dejado de querer a Harper Hall...

***

Tyler.

–Buenos días, Sienna. ¿Cómo estás hoy?– le pregunto a la secretaria al llegar a la clínica en la que trabajo.

–Buenos días, doctor Miller. Estoy bien, gracias. ¿Y usted?

–Muy bien, gracias. ¿Qué tenemos en la agenda para hoy?

–Tenemos algunas consultas de rutina por la mañana y una cirugía programada para esta tarde.

–Perfecto. ¿Tenemos todos los suministros listos para la cirugía?

–Sí, doctor. Ya hemos preparado el quirófano y verificado que todos los equipos estén en orden.

–Excelente. Antes de comenzar, revisemos los casos de las consultas de la mañana.

–Claro, aquí están los expedientes. Tenemos un perro con una alergia cutánea, un gato con problemas de comportamiento y un conejo con problemas digestivos.

–Muy bien, muchas gracias Sienna– digo y me doy la vuelta para irme a mí consultorio.

–Ehmm, doctor Miller– me detiene Sienna.

–¿Si?

–Me preguntaba si... Usted quisiera ir a almorzar hoy conmigo antes de la cirugía de la tarde.

–¿Contigo?

–Sí, ehmm digo, está bien si no quiere, es decir... Es que abrieron un nuevo restaurante a dos calles de aquí y no quiero ser indiscreta pero usted suele comer muy mal y a destiempo.

–Tranquila sé que tienes razón y me parece bien– digo y veo que Sienna me responde con una sonrisa amable, me volteo y ahora si me dirijo a mi consultorio.

Sienna lleva unos meses trabajando como secretaria aquí en la clínica, es muy amable con todos y también está estudiando veterinaria así que en algún momento seremos colegas, me parece bien ir a almorzar con ella porque es cierto que a veces estoy tan enfocado en mi trabajo que olvido comer...

Esa tarde almorcé con Sienna y nos reímos mucho, conversamos sobre ciertos pacientes y algunos tutores un poco complicados, por ejemplo, el otro día llegó una señora desesperada porque su perrito roncaba y creía que tenía problemas respiratorios, tuvimos que explicarle por un buen rato que él estaba absolutamente saludable pero aún así lo revisamos y le hicimos pruebas para que estuviera más tranquila, realmente los casos más simples eran los mas estresantes pero aún así amaba mi profesión...

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