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Capítulo Cuatro: ecos del pasado y la vida real

Aquellas circulares luces amarillas acompañado del fuerte ruido del freno lo habían dejado casi ciego por unos minutos, sintió el impacto tan fuerte y solo hizo lo posible por que la pequeña al lado suyo estuviese fuera de peligro. Oyó los cristales romperse, y cerró fuertemente los ojos mientras rodaba hacia la maleza con la niña en brazos, se quedó allí inconsciente y fue cuando Harry abrió los ojos y se dio cuenta de que nuevamente había tenido la misma pesadilla de aquel accidente en la carretera donde su madre falleció.

Se sentó en la cama con la respiración agitada y su remera gris de pijama algo mojada, suspiró varias veces, inhaló y exhaló hasta conseguir una respiración normal, sin mirar palpó con sus manos sobre su mesita de noche para encontrar su celular y saber qué horas eran; hasta que finalmente se levantó de la cama, arrastrando los pies llegó al baño y tomó una rápida ducha para luego vestirse con sus clásicos jeans negros, una remera y un polo azul. Bajó las escaleras, verificó que su hermana esté desayunando y comenzó a prepararse un café y pan tostado. Luego de charlar pocos minutos una bocina se escuchó en frente de la casa y se trataba de Sarah y su mamá para llevar a Rowan a la escuela. De hecho, unos minutos después Noah ya estaba también ahí para ir a la universidad.

[...]

Verónica

En aquel sofá blanco y esas almohadas de fundas rosa pastel, me encontraba descansando desde hace unas pocas horas. El sonido estridente del despertador de mi celular fue el que me arrancó de mi sueño. Abrí mis ojos, me senté de inmediato y frente a mí, en la mesita del centro del living, estaba mi computadora encendida, con poca batería, y junto a ella mi celular que aún emitía ese molesto sonido. Parpadeé varias veces, notando que mis brazos abrazaban mi tableta. Tomé mi celular y, tras un gran bostezo, apagué la alarma. "Maldición", susurré mientras buscaba el cargador para mi laptop. Sabía que solo tenía una hora para prepararme y llegar a la universidad.

Desperté a mi prima y rápidamente preparé un desayuno nutritivo para ambas: cereal y leche. El domingo anterior me había levantado tarde luego de la fiesta del sábado, lo que me dejó menos tiempo para realizar mis tareas. Tuve que trabajar en la biblioteca mientras mi prima cuidaba a nuestra abuela en el sanatorio. Después, me dediqué a tomar litros de café mientras terminaba mis diseños. Pero hoy era un nuevo día, y solo necesitaba ocultar mis ojeras con corrector y base, un poco de máscara de pestañas y delineador blanco para dar la ilusión de ojos más abiertos, y un toque de rubor para no parecer tan pálida como la nieve en invierno.

Mi prima salió de casa con sus característicos rodetes, y yo hice lo mismo, tomando el tren para llegar a clase unos diez minutos antes, como siempre. Ser yo misma no era tarea fácil, especialmente cuando me miraba al espejo y escuchaba esas voces desalentadoras en mi cabeza. Sin embargo, en el mundo exterior, era una de las mejores dando consejos inspiradores que había aprendido de tantos libros.

Al entrar a mi primera clase, un chico me preguntó si podía sentarse a mi lado, a lo que accedí con una sonrisa. La profesora entró cerrando la puerta con fuerza, y comenzó su clase con su típica expresión seria. El chico, llamado Nick, me preguntó si quería hacer el proyecto con él, y acepté con gusto. Intercambiamos algunos detalles sobre horarios y acordamos encontrarnos en su casa el viernes.

Después de mi última clase, decidí ir a tomar un café con mi amiga Nelly. Mientras conversábamos; Harry se acercó a nosotros. Después de que Nelly se retirara "casualmente", Harry y yo conversamos. Me pidió disculpas por lo que había sucedido el sábado, y le aconsejé que también se disculpara con su hermana.

Mi celular comenzó a sonar, era Nick. Decidimos los detalles del proyecto justo allí, frente a Harry. Viernes a las cinco. Cuando Nelly volvió se fue con Noah y Harry, irían a buscar a Rowan de la escuela y almorzar en casa de los Crawford. Yo pedí comida y me quedé en el hospital con mi abuelita.

Toda la tarde me quedé trabajando en la biblioteca, solo quería llegar a casa y descansar. Es solo que no ocurrió exactamente eso al llegar a mi "cálido hogar"

—¿Qué necedad te has hecho en el cabello? —exclamé horrorizada— ¿Por qué te tatuaste?

—Es solo un cambio de look y...

—¡Estás fuera de tus cabales! ¡Cómo se te ocurre pintarte el cabello de morado!

—Se llama teñirse —corrigió con calma, como si nada.

Suspiré profundamente— ¿Acaso te he dado permiso para hacerlo? ¡NO! Soy la única responsable de cuidarte y alimentarte, y tú insistes en vestirte de manera vulgar y parecer cada día más irresponsable.

Y no era simplemente el cambio de imagen, era el dinero que se debió gastar innecesariamente.

—¡Ya no aguanto más! —exclamó ella y me lanzó una cachetada en la mejilla.

—Ve a tu cuarto ahora mismo y no salgas de ahí hasta que te lo diga —sentencié, dando por concluida la conversación. Gianna bufó con rabia y se marchó a su habitación, cerrando la puerta con estrépito.

Me senté en el sofá blanco, suspiré y bajé la cabeza mientras me sujetaba el cabello con ambas manos. Había pasado las últimas tres horas en la biblioteca y al volver a casa me encontré con mi prima con el pelo morado y un gran tatuaje en el brazo izquierdo. No sabía qué hacer, me sentía devastada, luchando por mantener mi paz mental y esperando que mi prima se convirtiera en una persona responsable algún día, que pudiera construir un futuro prometedor. Sin embargo, ella nunca mostraba interés.

Alcé la mirada ligeramente y noté un pequeño paquete transparente sobresaliendo de la mochila negra que Gianna había dejado, lo tomé con cuidado en mis manos y descubrí su contenido. Cerré los ojos con fuerza y dejé escapar un suspiro silencioso, conteniendo las lágrimas que comenzaban a emerger de mis ojos.





























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Nos leemos pronto.

LAZOS DE ENGAÑOS Y AMOR. Libro 1: Bajo las raíces del engañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora