Capítulo 10

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Tierra de los Rios, 136 d

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Tierra de los Rios, 136 d.C (Primera Vida)

Visenya tomó impulso, y sin pensarlo dos veces dañó la piel de sus manos escalando las piedras de los riscos; a aquellas alturas de la guerra, poco y nada significaban las abrasiones. La lluvia caía suavemente sobre la tierra de los Ríos. Calaba hasta los huesos, y convertía las rocas de la cresta pedregosa en baldosas sin suficiente agarre para los arqueros. Sin embargo, la muchacha no protestó.

— Arriba, Lady Visenya... pasadme la mano — Robb le susurro, tranquilo y sin inmutarse, ya en posición; unos metros más arriba.

Visenya levantó la cabeza, y estiró el brazo para alcanzar el apoyo, la fuerte mano de su compañero le estiró lo suficientemente fuerte como para terminar la complicada tarea de elevarse en el terreno.

— Esta puta lluvia es un asco — Se quejó Visenya, apoyando la espalda en la piedra, solo para admirar la llovizna viniendo directamente de las nubes sobre sus cabezas — Que sirva de ventaja...

— ¡Vaya bocota para una damita tan educada! — Robb soltó una risa, más parecida a un resoplido que intentaba no llegar a los oídos de los demás hombres que también luchaban para ponerse en posición.

Para Visenya, nada de la situación era simpática. No ameritaba jamás una risita, alguna broma. La guerra, lejos de ser gloriosa o una simple anécdota que añadir a sus recuerdos; era un asunto delicado; lleno de rencor e ira que estaba destruyendo su familia. Estaba carcomiendo todo su espíritu. Robb, por otra parte, parecía ser un hombre bastante...fanático de la situación. Mientras más verdes morían, más sonrisas regalaba. Como todos los soldados a los que conocía.

La Guerra comenzaba a cobrar las facturas de la vida de la antes coqueta y tranquila Visenya. Sus noches consistían en ella, no durmiendo pacíficamente; y llorando pérdidas que no era capaz de superar. Había conocido gente que pronto perdió la vida mientras marchaban hacia la batalla. Y si, tal vez había ganado el respeto de los fieles a su madre, pero hasta el momento... poco y nada de eso le causaba satisfacción.

Hacían varios meses que había abandonado Rocadragón; y su promesa de entregar la cabeza de uno de los traidores de la Reina no fue cumplida. Sin embargo, estaba demasiado cerca de hacerlo. Por primera vez, desde que los Verdes declararon la guerra contra la facción Negra, Visenya tenía la oportunidad de vengar a Rhaenyra, hoy... Ser Criston Cole acercaba a sus soldados a una inminente emboscada, una que nunca podría ver venir.

— ¿No dices siempre que debería maldecir con más frecuencia? — Visenya le respondió a Robb; poniéndose en posición con la única finalidad de observar campo abajo.

La anticipación le revolvía el estómago, las manos entumecidas por la ansiedad le hicieron dudar del éxito de la misión. Y el comandante de los arqueros lo notó.

— No te he visto jamás temblar ¿Acaso por fin te han quebrado? — Robb lo decía con gracia, para ella no significaba nada positivo. Que su espíritu pacifista e idealista se oxidara en un fantasma asesino no vanagloriaba su ego. Quería decir que todas sus añoranzas, de una vida tranquila, se desvanecían en el horizonte — ¿Se acerca alguien a quien deseas acabar?

El Fantasma de Rocadragón {House of the Dragon}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora