Tras haber vivido durante la Danza de Dragones, y haberlo perdido todo; Visenya Targaryen es ejecutada en Desembarco del Rey. Pero inexplicablemente despierta justo cinco años antes de toda la tragedia que terminó por destruir a la casa Targaryen.
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Isla de Rocadragón, 128 d.C (Presente)
Jacaerys también es víctima de espantosas pesadillas, por supuesto que sí. Empiezan siempre como el más dulce de los sueños.
Hace calor, Visenya está bajo su cuerpo sudado, se aferra a él con fuerza mientras susurra su nombre. Ese apetito insaciable por ella solo es superado por el infinito deseo de hacerle feliz. Está enredado en esta maraña placentera, donde toma a Visenya una y otra vez a escondidas de todos. Seguros en aquella tienda que los resguarda de los horrores de la guerra.
Ahí, donde nadie los ve... Jacaerys tiene todo lo que siempre ha deseado. Visenya, su anhelada prometida enredada a él. Los sueños de una victoria son posibles, la ilusión de poner un niño en su vientre es... palpable. Casi puede sentir ese futuro tan soñado en la punta de los dedos.
Sin embargo, en el momento que ella desea montarlo, todo se torna oscuro, turbio y desolador. Por un segundo, tiene el privilegio de observar a su adorada Visenya sobre él. Esas delicadas manos se apoyan en el pecho de Jace y el anillo de la casa Targaryen — en el dedo anular de su damita — se siente frió contra la piel caliente. Cuando quiere levantarse para oler su pelo blanco, para tocarle la cara... Visenya se deshace entre sus dedos en cenizas.
Es lento y desolador. Todo placer se desvanece mientras Jacaerys intenta desesperadamente sostener los vestigios de la mujer a quien ama. La sensación es horrible, porque bajo sus palmas las cenizas se palpan calientes, como si el fuego acabara de extinguirse, y bañan su propio cuerpo. Respirar comienza a ser difícil.
Pero no es todo, nunca se termina aquí, donde le arrebatan la tranquilidad. Allí a lo lejos oye el llanto de una mujer, lamentándose por alguna cosa que al principio es desconocida. Y aún habiendo soñado con lo mismo en tantas ocasiones, parece nunca adivinar lo que viene. Jacaerys tiembla de miedo, se baja de esa cama que antes fue refugio suyo; se mira las manos y las cenizas ahora son... sangre seca.
— ¿Vis? — tontamente siempre pregunta, no importa que acaba de ser testigo de una escena escabrosa.
Sus pies no caminan sobre alfombra o piedra, la humedad se cuela entre los dedos y se obliga a mirar la sangre que se extiende como un lago a su alrededor. Sigue oyendo los desesperados llantos de una mujer, y mientras más camina dentro de la tienda, esta parece hacerse más grande. Los lamentos se vuelven más y más fuertes, tanto que sus oídos no pueden soportarlo por demasiado tiempo. Debe cubrir las orejas para calmarse, y con lágrimas corriendo por sus mejillas busca ayuda.
En la bruma de la desolación, Jace encuentra la figura descuidada de su madre. Su primer instinto es correr hacia ella y refugiarse en sus brazos, pero no es posible. Es ella quien llora, es ella quien se lamenta. Sentada en medio del río de sangre, inclinándose sobre un bulto, su pelo Targaryen en partes ha recogido los restos de líquido rojo mientras le da la espalda a su hijo mayor.