Capítulo 13

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Isla de Rocadragón, 128 d

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Isla de Rocadragón, 128 d.C (Presente)

Jacaerys alguna vez oyó, de un demasiado honorable Cregan Stark, que las respuestas venían a él con tan solo meditar cerca de un arciano. Debe admitir que en aquel momento, le pareció supersticioso... después de todo, nadie jamás le inculcó algún tipo de fé. Todo lo que supo alguna vez se limitaba a la mera necesidad de evadir la ignorancia. La fé de los Siete, presente en su vida, fue inculcada más como... historia, algo que debía saber, así mismo como las creencias en los antiguos dioses o aquellos que fueron los adorados por los viejos valyrios. Jacaerys no ha sido nunca un hombre de fé.

Pero aquí está, admirando el árbol anciano en busca de alguna voz que responda sus preguntas. Y no la encuentra, se vuelve frustrante. El tronco blanco se levanta fuerte entre todos los demás en el Jardín de Aegon. Las hojas, de color carmín, son preciosas bajo la luz del sol, y recuerdan mucho a la sangre derramada durante la guerra. A pesar de lo majestuoso del gran árbol, de lo etéreo del jardín a su alrededor; Jacaerys no oye más que las olas rompiendo en la playa y a su nariz no llega más que el aroma dulce de los arándanos que nacen en los arbustos.

Todo es... mundano.

Frunce la boca en busca de calmar un grito de desilusión que se aloja en la garganta. Se ríe un poco cuando, en vez de sus propios descargos, oye los alaridos eufóricos de los dragones que habitan la isla. Tan solo debe levantar la vista a los cielos para observar la figura imponente de Vermithor sobrevolando la fortaleza. Lejano, a kilómetros del suelo, sigue mirándose bestial, enorme, llevando a su jinete en el lomo.

A su lado, Vermax planea... sin Jacaerys en la montura. Se dice a sí mismo que el animal ligado a su alma, acompaña a Visenya y Vermithor en vuelo, para cumplir la tonta misión de intentar protegerlos. Le causa gracia, incluso... siente que es un reflejo de su propio pensar, de todo su existir.

Los días han sido simples, debe admitir. Despertar en un hogar diferente, lejos del apogeo de la guerra y los susurros terroríficos del Extraño, pudo ponerlo en una muy cómoda posición. Sin embargo... siempre hay detalles que lo transportan de nuevo a esa vida caótica, que terminó con todo y cuanto conoce.

— Debí quedarme callado — suspira, y aparta los ojos oscuros de la silueta bronce de Vermithor — Es más fácil mentir — frunce la nariz.

Más en un símbolo de respeto, que por la verdadera fé... Jacaerys toca la corteza clara del árbol, y todavía espera que el gesto revele alguna cosa. Poder entender qué caminos tomar; otra vez no hay respuestas a ninguna de sus dudas.

Jace sabe que ha sido un tonto, generalmente resulta algo menos complicado admitirlo. Puesto que hacerlo le da pase libre a mejorar. Sin embargo, ahora la incertidumbre le carcome la cabeza, y le deja mareado. El rostro de Visenya, lleno de confusión y desolación, todavía es protagonista de la mayoría de sus pensamientos. Todo porque no pudo cerrar la boca. Es culpa de esa cancioncilla molesta, la que cantó por semanas en una vana oración por la espera de su amada en aquella vida. Esa misma que volvió a él sin vida, y lo destruyó tanto como para alentarlo a quemar todo el país con su ira.

El Fantasma de Rocadragón {House of the Dragon}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora