Café

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Un Sábado nublado y fresco, con brisas repentinas pero suaves. Definitivamente era el día perfecto para simplemente acostarse a dormir todo el día, eso haría si no fuera porque no podía conciliar el sueño. Probablemente era por el hecho de haber dormido diez horas seguidas ininterrumpidas de sueño.

Había pasado todo el día tirado en su cama, sin nada en qué pensar, sin dolor o tristeza en su cabeza, solo existiendo, era de sus actividades favoritas, si así se lo puede llamar.

Cuando el sol se comenzó a esconder detrás de los edificios de la ciudad, se atrevió a salir de su cuarto. Hacía un esfuerzo por mantenerse de pie, tambaleaba con cada paso que daba y necesitaba reposarse en la pared. No había comido nada desde el día anterior, lo cuál solo lograba provocar que su vista se nublara más.

Caminó hasta la cocina y allí busco un paquete de galletas y un sobre De café instantáneo. De vez en cuando pensaba en que quizás sería mejor comer algo más sano o proteico, pero ese pensamiento no duraba más de diez minutos en su cabeza.
La despojaba por el simple hecho que de eso sería tener algún tipo de disciplina que acabaría mal.

Con una taza de café caliente en sus manos se volteó a ver su balcón, ¿Sería buena idea? No había mucha gente pasando por allí, estaba más solitario que de costumbre.

Se acomodó un poco el pelo con sus manos y fue hasta allí. Lo relajaba sentir las pequeñas corrientes de viento que habían cada pocos minutos, le hacían recordar a su vida de pequeño, con su hermana y amigos.










[sᴀᴠᴇ ᴍᴇ]
 













──Estúpido, se te va a caer

Permanecía relajado, con los ojos cerrados, en la pequeña línea que divide el estar dormido a despierto. Hubiera caído rendido en los brazos de Morfeo si no fuera por los murmullos que comenzó a escuchar.

Abrió los ojos y permaneció estático por un segundo, intentando reconocer al proveniente de esas palabras. No tardó mucho en hacerlo.

──No mientas, está intacto

A su lado izquierdo estaba el balcón del departamento pegado al suyo y un chico de pelo marrón estaba allí, intentando colocar lo que parecía ser una gran planta en una esquina. Hablaba con otro chico que estaba dentro del departamento.

Debía ser un nuevo vecino.

Hace medio año que ese lugar estaba desocupado, los dueños aún no habían conseguido algún inquilino para que viviese allí. Al parecer esa espera había terminado.

Un nuevo ruido volvió a desconcentrarlo, pero esta vez no era una voz, sino que otra cosa.

Sus ojos observaron como acababa de caer la gran planta que hace unos segundos habían querido acomodar desde la altura del balcón. Probablemente los reportarian por ello, los vecinos solían ser muy quejosos y no pasarían eso por alto.

──Te dije que dejaras eso adentro ── Salió el otro chico hacía el barandal.

Le era conocido de algún lado, pero no lograba ubicar su rostro. Su mente intentaba recordarlo mejor, pero sintió como era observado. Giró su vista nuevamente y observó como los dos contrarios lo miraban atentamente, como si estuvieran buscando algo de él.

──Iván, ¿Me recuerdas? Ayer hablamos en la biblioteca.

Cierto, ese chico era Rodrigo ¿Cómo había Sido capaz de olvidarlo? Apenas el día anterior había interactuado con él. Un fastidioso y energético chico.

──Hola... ¿Serás mi vecino?── El pelinegro preguntó dudoso, también levantándose del piso, donde estaba con algunas mantas y el café.

──Desafortunadamente no, pero mi amigo sí ── Dijo simpáticamente, haciéndose a un lado, dejando ver bien al chico de pelo marrón. El mismo que había dejado caer la gran maceta al último piso.

Se veía fuerte, probablemente de su edad. Llevaba una camiseta negra, que dejaba a la vista sus brazos tatuados. A pesar de ser grande corporalmente parecía estar nervioso, algo dentro suyo se enterneció por ello.

──Perdon, no me presenté ── Dió un paso adelante y extendió su brazo al aire, intentado que llegase al balcón vecino. Iván también se acercó y le correspondió el saludo ──Soy Tomás Arbillaga ──

Al sentir el suave toque de su mano con la ajena sintió una pequeña corriente recorriendo su espalda, provocando que su piel se erizara. La piel de aquel chico era tan cálida, que por dentro sintió como si de esa forma lo estuviera abrigando.

──Un gusto, Tomás...

Su corazón comenzó a latir fuertemente y un gran mareo se hizo presente en él. Eso es lo único que sintió antes de casi caer desmayado.

𝐒𝐀𝐕𝐄 𝐌𝐄 ───♡♡♡   𝐓𝐨𝐦𝐢𝐯𝐚𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora