Blanco y Negro

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El color blanco del pañuelo le trajo recuerdos . No muy gratos la verdad. Trataba de enfocarse en rastrear la esencia del Serafín. Era tan tenue y delicada que parecía absorberla toda y perderse en su deseo de dar al menos una pequeña lamida al pañuelo. Hizo un increíble ademán de forzarse a andar y seguir en la búsqueda.

La maleza se había adueñado de los alrededores de su palacete. Los antiguos terrenos de su padre y lo único que era de ella y no tenía nada que ver con Alexander su única y verdadera posesión en esta vida. Aún así no era lo único heredado, los rastros de la lacra que pululaba en los alrededores también era visible. Signos de campamentos precarios y rastros de pillaje y contrabando, cajas volteadas y tiendas desmanteladas.

De las ruinas de la capilla escuchó movimiento con sus sentidos de predador, cosas que habia desarrollado luego de su transformación. Era una construcción derruida y abandonada - El perfecto agujero para las ratas.

Imágenes comenzaron a parpadear en su mente producto de el intoxicate aroma y la luz del sol la cual no veía hacia tanto, incluso una risa burlona se dibujo en sus labios al recordar como los humanos solían pensar que podría arder ante el sol.

Si cerraba los párpados podía verlos aún, y nada era más claro que el rostro de Alexander a contraluz desde el balcón de su palacete.

- No temas querida... Es todo mito el sol es tan inofensivo como siempre

- Uno diría que no le advertímos ni preparamos para esto - Mastico Carmila las palabras como si fingiera no estar enojada.

- Es inevitable - Ronroneo Mina - está muy marcado en el inmaginario colectivo

Lucina ni se digno a hablar solo rio divertida. Alexander extendió la mano buscando que Irina le respondíera y se acercara. Al caminar a la luz del sol vio como sus hermosos ropajes se iluminaban radiantes bañados por los rayos del sol aportando una apariencia casi divina a la los presentes.

No había podido ver casi nada pues su visión durante la transición era aún la de una humana. Y no había tenido tiempo de probar su nuevo instinto mejorado ya que el alba empezaba a despuntar. Se acercó a él deslumbrada por su imagen bañada por esa luz celestial y se le unió en el podio sin mirar a las otras esposas. Su vestido de novia le hacía resaltar iluminada por esa misma luz divina que tocaba a su esposo quién la deleitaba con suaves caricias en el dorso de su mano.

-Mis cabellos!- Murmuró asustada al una brisa hacerlos volar y revelar su nuevo color, su negro como obsidiana habia sido lavado a un blanco tan puro que casi parecía de luz.

- Son tan hermosos como lo eran antes, eres tú mi amada, blanco y negro equilibrados perfectamente dentro de ti, por eso me atraes tanto hacia ti. Eres única

Irina suspiro aún más enamorada que antes y a pesar de todas las vicisitudes; ella creía que tenía una voluntad imponente, ningún hombre lograría nunca doblegar su mentalidad, hasta que conoció a Alexander. Este hombre le dió una vuelta y la amoldó en el espacio que él siempre quiso, manipulandola controlandola. Con sus dulces y crueles ojos. Y así mismo hacia con sus otras tres esposas.

Su primera reacción ante la noticia de que sería la novia más joven le sentó como un puñetazo en el estómago, aún recordaba el ruido sordos ante el estupor por la información salida de los labios de su principe." Creía que era la única". Pero estaba entre la espada y la pared, entre el amor apabullante que sentía y la total desolación en la que ese la abandonaba su ella se negaba; lejos de su hogar y familia.

Carmila tenía una espeza y larga cabellera castaña tan oscura que casi parecía negra, un rostro afilado y mirada fría. Hermosa y dura como si la hubieran tallado en mármol. Está era la primera esposa. Seguida a esta estaba Mina, sus cabellos cobrizos parecían casi de fuego el cual danzaba en hondas callendo por su espalda. De ojos inteligentes y perspicaces. Y Lucina, rubia y de mejillas rosadas la personificación de la ternura, la anterior esposa jóven la cuál sería ahora la posición de Irina

Escupió asquedad de recordar eso. El muy maldito las categorizaba otro de sus delirios de grandeza, tener un harem solo le inyectada más a su orgullo. Cómo se dejó arrastrar por todo aquello. Luego recordó que solo tenía 20 años ni siquiera dudo en aceptar la transformación. Deseaba tanto "curarle" ahora sabe que sus intenciones no eran todo lo desinteradas que pretendía. Ella solo deseaba satisfacer su propio deseo egoísta, quería que la eligiera a ella sobre todas. Que ilusa había sido.

Con precaución certera y bajo el manto del silencio pero la mente algo turbada llegó Irina a la entrada a las catacumbas de la capilla. Ahí donde yacian los restos de sus antepasados, ahí donde yacian madre y padre. Ahí los oia sus desagradables corazones los podía oír palpitar al agitado ritmo de la vulgaridad y la pilleria. Pero haría que el peso sordo de la justicia callera sobre ese ruido y trajera consigo el silencio de la pureza.

Sangre ArgenteaWhere stories live. Discover now