5- Lucifer.

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Jugar fútbol con los chicos del barrio donde crecí es gratificante

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Jugar fútbol con los chicos del barrio donde crecí es gratificante. He vuelto a mi pueblo después de 2 años estudiando afuera.

—¡Gulf! ¡Patea al arco!

—Aquí va, este será un gol seguro.

El arquero se estaba preparando para recibir mi balón, cuando iba a patear siento que me hacen cosquillas y pateó lejos.

—¡Eso fue trampa!

Todos los adolescentes se tiran encima de mí a hacerme costillas y mis lágrimas corrían de tanto reírme.

—¡Ya…! Ya no puedo más, iré por la pelota, creo que cayó en una casa, ¿en dónde cayó? Creo que fue por esa dirección.

Los cinco chicos se quedan mirándose entre ellos y una leve sensación de escalofrío recorrió mi cuerpo y mis pelos se me erizaron. Todos se tiran a mis pies para sujetarme.

—¡No vayas! —me grita uno de ellos.

—¡Ahí vive la bruja! —me dice otro sujetándome con fuerza.

—¡Ella te puede convertir en un sapo! —me grita otro.

—Chicos, ya tienen de 15 a 16 años, no pueden estar diciendo esas cosas. Esas cosas no existen —les digo y me suelto.

Camino en dirección dónde cayó la pelota y ellos me siguen. Una brisa me hace sentir escalofríos. Al llegar a la casa sí se podría decir que vivía una bruja.

La pelota la veo sobre el césped. Grito una y otra vez para ver si la propietaria estaba en su casa y nadie salía. No era una cerca muy alta, podía fácilmente cruzarla.

—¡Permiso! ¡Voy a cruzar su cerca por la pelota!

—¡Déjala, no vayas por ella! —me grita uno de los chicos escondido detrás de los tachos de basura.

—Dejen de pensar tonterías, no pasará nada.

Cómo pude cruce la cerca y me volteo a mirar a los chicos para mostrarles que estaba bien y que nada pasaba. Cuando volteó un fuerte maullido se escucha. Había pisado la cola de un gato negro.

—¿Y tú de dónde apareciste? Perdón por pisar tu cola.

Cuando lo iba a acariciar este me araño la mano. Fue un dolor algo leve y se fue. Mire mi mano y la cubrí.

—Ok, estamos pagados. No te guardo rencor gatito —le grito cuando se subió al techo y me miraba con sus ojos rojizos.

Cuando iba a tomar la pelota, una mano sujeta fuertemente la mía y pegó un gran brinco y escucho los gritos de los chicos huyendo.

—¡Es la bruja! ¡Corran!

—¡Seremos sapos!

Se fueron y levanté la vista. Unos ojos azules como el mar me miraban fijamente. Estaba inmóvil, sentía mi respiración muy agitada y el ardor en la mano por el arañazo se hizo intenso.

"Minicuentos" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora