𝚂𝚞𝚎ñ𝚘

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Rosé nuevamente esperaba, por si las dudas su amiga volvía a aparecer, y no se equivocó, había pasado sólo cinco segundos y un resplandor aparecía junto con la máquina. Rosé suspiró, al saber que tal vez Engfa volvió a pasar por lo mismo y si era así, ya no tendrían nada que se pueda hacer para salvarla, era su destino.

_Charlotte, creo que tenemos que hablar - se acercó frenando al verla en tal estado - ¿Pero qué te pasó? - interrogó con preocupación, Charlotte salía con una bata de hospital y tenía moretones en su rostro y cuerpo, junto a heridas cicatrizadas.

_Escapé...- dijo en un murmullo.

Charlotte le contó todo a Rosé, la pelirroja escuchaba atentamente y veía como su amiga ya no tenía ganas de seguir llorando aún más, había sido demasiado por estos ocho meses. Charlotte sentía que si miraba a Rosé, iba a derrumbarse por completo y no quería seguir sufriendo. Contó lo del accidente automovilístico, que llevaba en ese hospital cuatro días, su familia y amigos volvían a darle el pésame y era doloroso vivir todo de nuevo. Así que decidió escapar, le iban a dar de alta dentro de tres días más pero no quiso quedarse por más tiempo.

_Charlotte...¿Sabes lo que esto quiere decir, verdad?

_Sí, lo sé - agacho la cabeza - y estoy de acuerdo con ello - sonrió con nostalgia - ella no puede volver.

_Pero lo intentamos Charlotte, diste todo para recuperarla, alégrate de eso - acarició su mano en forma de apoyo - ahora...será mejor que descanses, que te tomes tu tiempo y comas bien, es lo que Engfa hubiera querido.

Charlotte sólo asintió con los ojos cerrados, dio un leve suspiro y se levantó, agradeciendo a Rosé por su apoyo, la pelirroja le prestó un poco de ropa para que se cambiará y segundos después la tailandesa se dirigió a su hogar.

Rosé observaba la máquina, seis meses de trabajo para construirlo.

_Al final no serviste para nada...- murmuró con rabia - lo siento Engfa - bajó la mirada - en serio lo intenté, lo intentamos ¿Pero qué más podemos hacer? Si ese es tu destino - su mirada se cristalizó - no hay nada que hacer.

Charlotte estaba de pie en la entrada de su casa, tenía miedo a entrar y no poder sobrellevarlo. Miraba el pomo de la puerta con duda y nerviosismo. Tenía un nudo en la garganta que sentía asfixiarse por unos segundos. Tomó valor y abrió la puerta, deteniéndose por un momento antes de tomar aire y por fin ingresar.

No había más que puro silencio.

El primer paso fue difícil, pero ayudó a que no se detuviera y siguiera adelante. La sala le hizo tener un flashback, Engfa reía recostada en el sofá mientras veía una película y comía de las palomitas de maíz. La cocina, donde Engfa aprendía a cocinar por primera vez, sí, no era buena cocinera que digamos, pero tenía el esmero de aprender para engreír a su chica.

Siguió subiendo a su recámara, encontrando la cama desatendida como lo había dejado antes de ir a casa de Rosé. Se recostó de su lado de la cama y se giró a ver la mesita de noche, observando las fotografías que estaban en él. En una de ellas estaban las fotos que había tomado Engfa para su cumpleaños número dieciséis, abrazaba a Charlotte y debajo había un mensaje que decía:

"Mi Bee ❤"

Por el cansancio se quedó dormida a los pocos minutos.

_¡Charlotte basta! - Engfa reía sin parar, Charlotte le rociaba agua con una manguera mientras se encontraban jugando en su jardín.
_¡No seas llorona! - reía, ambas estaban empapadas y sólo traían un top en la parte de arriba y un short.

Se veían realmente felices.

Engfa tomó una pistola de agua y roció a Charlotte directo en la cara.

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