Como si fuera poco su desgracia, se enamoró.
Oscar Wilde
YULIA
La señorita de la casa llamó a la cocina por la mañana como siempre, solo que esta vez no se hallaba ninguno de los empleados que solía haber antes de ayer en la noche.
En la casa, la señorita había contado con una cocinera, dos doncellas, una ama de llaves, un chófer y yo, la que se dedicaba a hacer todos los trabajos sucios de la casa, como limpiar, sacudir, lavar la ropa, atender el jardín y todas aquellas cosas que fueran saliendo en aquella enorme vivienda, en la cual yo vivía en un pequeño cuarto desde hacía trece años.
Pero no quiero hablar ahora de cómo es que fui a parar allí, continuemos en lo que estaba.
En la casa no quedaba ninguno de ellos, se habían marchado la noche anterior ante el descubrimiento de que, a la señorita de la casa, tenía gusto por las mujeres y que las fiestas que realizaba, eran exclusivamente para féminas, las cuales, algunas de ellas venían vestidas de hombre y especialmente esas, traían del brazo a alguna compañera, que se besaban con ellas y bailaban como hombre y mujer.
Se encerraban en el salón, en el cual a lo lejos se podía escuchar la música y sus risas. Se notaba que la pasaban bien y que más de uno de los que trabajaba a ahí, sentía curiosidad de saber qué pasaba entre esas paredes. Así que esa noche, las doncellas tuvieron la excusa perfecta para entrar sin ser llamadas por su patrona.
A mí no me sorprendió lo que impresionó y escandalizó a todos ellos. Cuando se es una rata y has nacido en los barrios bajos y pobres, logras escuchar y ver de todo. Solo que allí, la gente no se escandalizaba tanto, lo veía y lo escuchaba como algo natural, llamando a esas personas con apodos un tanto graciosos o despectivos a veces.
Ahora entendía que para algunas personas el mundo era muy pequeño y que solo podía existir una sola cosa en la que ellos únicamente creían. Tal como lo que pasó en la casa anoche.
Yo la llamaba señorita, porque no se puede decirle señora a la mujer que no ha estado con un hombre y ella, ciertamente no había estado con ninguno. Dudaba que entre mujeres pudieran hacerse daño.
Como fui la única que me quedé allí, sentí que era mi deber acudir a su llamado. Aunque sabía que no me estaba permitido entrar a las habitaciones cuando los dueños estaban en ellas. Yo debía ser un fantasma en la casa, alguien invisible por mi aspecto desaliñado y mugriento, además de que no era una doncella, simplemente era una criada en el escalón más bajo de la cadena.
Pero a mí no es que me gustara verme de esa forma, regularmente me bañaba y lavaba mis harapos, solo que el trabajo diario me hacía ensuciarme rápido, sudar y llenarme de cada uno de los olores de lo que realizaba. Por tal razón, el que me vieran sería algo de mal gusto y por eso debía moverme por pasadizos escondidos dentro de la casa, por los cuales yo, a menudo, había mirado las fiestas de la señorita en secreto. Eran una buena distracción para mí y no me suponía nada escandaloso, se lo pasaban bien, bailando, bebiendo y teniendo relaciones sexuales allí mismo o en las habitaciones de arriba.
Como aún era temprano y no iniciaba con nada de mis deberes de limpieza, me atreví a subir las escaleras que daban a la habitación de la señorita. Me alegré de subir las escaleras por primera vez en una mañana en la que la luz del día se colaba por las enormes ventanas de cristal y me dejaba ver el paisaje exterior. Siempre que subía las escaleras era de noche y era para limpiarlas. Debía dejar la madera tan brillante como el sol. Por eso mis manos raspaban como el papel de lija.
Una vez llegar a la habitación, toqué a la puerta.
―Pasen.
Como supuse, la señorita creyó que eran sus dos doncellas. Aun así, como dio su permiso, me atreví a entrar.
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Fidelidad y Sentiemiento (Adaptacion t.A.Tu. +18 suave)
FanfictionLa historia se desarrolla en los años de 1895, en un pueblo cercano a Moscú en el cual vive Elena Katina. Una joven mujer rica y lesbiana que organiza fiestas en su casa e invita a otras mujeres que son como ella, para que se diviertan en la privaci...