CAPÍTULO 12

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ELENA

La pobre salió corriendo de mí, pese a que siempre esconde su rostro, hoy, por fin, me ha dejado ver de quién está enamorada. No fue difícil descubrirlo, pues desde que le pidiera bailar, noté como aquellos ojos azules se volvían cálidos y soñadores, expresando todo lo que su boca no era capaz de decir.

Lo que le dije que si no fuera una criada la haría mi mujer, era cierto. Pese a todas sus cosas, era bonita y, sobre todo, me era fiel, tan fiel como un perro. El tipo de persona que es capaz de hacer cualquier cosa por el ser a quien ama.

Pero, Yulia era una mujer ignorante, no sabía leer, ni escribir, su buen corazón no era suficiente para mí. No estaba a mi altura.

Al día siguiente, Yulia, estuvo más reservada y no me mostraba la cara, además de que notaba que había tristeza y me rehuía cada que intentaba acercarme. Ahora era como un gato huraño y aunque anoche mi vanidad me había hecho burlarme de ella, ahora ya no me gustaba lo que sucedía. Ella era la única persona que tenía y si se iba, se marchaba, me quedaría completamente sola.

―Espera, Yulia ― le dije tomándola de un brazo cuando estaba por salir dela cocina. Pero ella seguía sin mirarme ―. No quería burlarme de ti ayer. Lo siento.

―Para usted es muy fácil burlarse de mí y de lo que siento por usted ― explotó, esta vez sus ojos azules estaban oscuros y tristes ―. Yo siempre he tenido en claro que usted, nunca podría querer a una criada pobre como yo, que ni siquiera sabe leer y escribir. Nunca olvido cuál es mi lugar en esta casa y en su vida. Sé que no soy el tipo de mujer que a usted le gusta. No tengo vestidos bonitos, ni peinados a la moda, no tengo manos suaves, ni nada de lo que usted aprecia en otras mujeres. Sé que no soy esa mujer.

Tras lo que escuché la dejé ir, al parecer no estaba muy abierta a perdonarme esta vez. En esta ocasión la había herido y lastimado más de la cuenta. Se me había pasado la mano y no se lo merecía, no ella, que era lo único que me quedaba en esta casa y en mi vida.

―Yulia, ¿podemos hablar? ― le pregunté cuando la encontré limpiando afanosamente la cocina que ya relucía de limpia.

No me respondió nada, continuaba moviéndose y sin siquiera detenerse para escucharme.

―Discúlpame, Yulia. No debí burlarme de ti y de tus sentimientos.

―No, y, sin embargo, lo hizo.

Me sorprendió que me respondiera, nunca era altanera, pero la había herido en lo más profundo.

― ¿A usted le gustó que Dasha se burlara de sus sentimientos mintiéndole?

―No ― murmuré.

―Pues eso es lo que ha hecho conmigo.

― ¡Perdóname! ― le pedí una vez más tomando sus manos ―. No quiero que te vayas, eres lo único que tengo.

―No me iré, ¿A dónde iría? Yo tampoco tengo nada.

―Te enseñaré a leer y a escribir ― le dije y ella me miró a los ojos ―. Te lo prometo ― le aseguré sosteniéndole la mirada.

― ¿De verdad?

―Sí, de verdad. Mañana empezaremos.

Esa tarde fuimos a comprar lápices y hojas para que comenzara su aprendizaje. Yulia estaba más que emocionada de empezar a aprender y yo, esperaba ser una buena maestra para ella y no me desesperara. Ya que debía admitir que la paciencia no era lo mío.

Para mi sorpresa, Yulia era más inteligente de lo que creí, a pesar de que sus manos no eran las de una dama, no escribía tan mal para ser la primera vez que tomaba un lápiz entre sus manos. Se estaba esforzando mucho para aprender y no hacerme enojar.

La miré con atención mientras escribía en un cuaderno con su nombre. Ella no tenía la culpa de haber venido a este mundo y no ser educada, ser producto de una violación y que su madre la vendiera a mi padre porque no la quería. Por primera vez, me puse en sus zapatos y en lo que debió de sufrir cuando fue apartada del mundo que conocía, aunque vivía llena de precariedades, estaba acostumbrada a esa vida y no entendía de otra mejor.

Yo ya no tenía familia, pero ella, a diferencia de mí, Yulia la tenía en alguna parte. Sin embargo, al ser vendida, era como si la hubiesen enterrado en vida para nunca más saber de ella. Yo no sé qué hubiera hecho de haberme pasado algo así.

Al paso de los días y sin esperármelo, me encontré conviviendo con Yulia de una manera en la que no lo había hecho nunca con una persona de su clase y descubrí que era el ser humano más sincero que hubiera podido conocer a lo largo de mi vida y con la cual, yo me podía mostrar tal cual era, porque ella conocía quien era yo en realidad.

Dejé de juntarme con personas de mi misma clase social y desistí de ir a misa. El padre de Dasha no me pagó el dinero que le presté y no es que me hiciera falta, pero ahora veía que muchos se acercaban a mí, solo para ver que podían obtener. En cambio, ella que llevaba mucho tiempo trabajando en esta casa, jamás me había pedido nada, ni siquiera ahora que éramos como una especie de amigas lo hizo.

Una tarde, en la que Yulia se encontraba leyendo en voz alta para mí, tocaron a la puerta de la casa. Era muy raro, ya que pocas veces lo hacían y si sucedía, era el cartero que venía a dejarme cartas de los hombres que se hacían cargo de mis negocios. En esta ocasión era una mujer que no parecía ser de procedencia humilde como Yulia, esta tenía un aspecto casi como el mío, pero las circunstancias la habían llevado a doblegar y agachar la cabeza.

―Es una mujer que busca trabajo ― me informó Yulia.

―Pero ya no nos hace falta nadie, contigo es suficiente y te las arreglas muy bien.

―Sé conducir ― dijo la mujer como último recurso, cuando me escuchó decir eso.

La miré recelosa, pero ella me sostuvo la mirada.

―Puedo demostrárselo.

―Bien, vamos. Tú también, Yulia. Si muero, morimos las tres.

Yulia me miró con ojos de espanto, pero nos acompañó. La mujer no mentía, encendió el auto sin problema y condujo por las calles como si fuera en bicicleta. Por fin había encontrado un chófer para ya no andar caminando con las bolsas de las compras.

―El trabajo es tuyo ― le informé cuando bajamos del auto.

―Muchas gracias ― dijo con alivio ―. Pero... me gustaría pedirle un favor.

―Si está en mi poder, por supuesto.

―No tengo a dónde ir y...

― ¿Quieres que te dé alojo?

La mirada de Yulia estaba fijamente puesta en mí, sus ojos me pedían lo que su boca no articulaba. Seguramente aquella mujer era otra como nosotras, sola y sin tener a dónde ir.

―De acuerdo, te puedes quedar en un cuarto que está detrás de la casa. Yulia, enséñale.

Pero en lugar de hacer lo que le pedí, ella se acercó a mí y en voz baja me dijo:

―Ese cuarto es muy frío en esta época. Yo puedo volver a quedarme allí y ella ocupar la que tengo ahora. Yo estoy acostumbrada, ella claramente se ve que no.

La miré con incredulidad, no podía creer que estuviera dispuesta a dejar su comodidad recién adquirida para dársela a otra persona.

― ¿Por qué eres así?

― ¿Cómo? ― preguntó confundida.

―Porque siempre eres tan... Buena.

―No soy buena, solo hago lo que creo, me parece correcto para las personas que, como ella, se ve que nunca han sabido lo que es sufrir.

Odiaba lo que Yulia estaba haciendo conmigo, pero no podía permitir que volviera a ese cuartucho que parece vivienda de perro. Podría enfermarse al pasar frío allí y ella era todo lo que tenía.

―Dale la habitación que ocupas en este momento y tú, puedes ocupar cualquiera de las habitaciones de arriba. Igualmente, nadie las usa.

―Gracias, señorita.

Y sus ojos azules brillaron como estrellas y me sentía extraña cuando esa mirada me sacudió por dentro.

No podía estarme pasando. No de ella.

Fidelidad y Sentiemiento (Adaptacion t.A.Tu. +18 suave)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora