CAPÍTULO 2

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ELENA

La fiesta de anoche, había sido tan divertida como siempre, pero cuando despierto y llamo a las doncellas para que me ayuden a vestirme y resulta que se han ido todas.

Me sorprendo cuando me giro y encuentro a una harapienta y flacucha joven mujer de aspecto descuidado que está de pie en mi habitación con la cabeza baja. Me informa que se han ido todos, incluso hasta el feo chofer. La razón se debe a que mis doncellas vinieron al salón dónde se estaba llevando la fiesta que realizo cada mes con mis amigas y me miraron besando a una de ellas.

La estúpida dio un grito, que llamó la atención de todos los trabajadores de la casa, que corrieron al salón en donde tenían prohibido acercarse mientras estábamos allí, pero al parecer llegó una carta urgente para mí, la cual debían entregarme de inmediato y cumpliendo con sus deberes, entraron y miraron lo que nunca jamás sus ojos castos hubieran deseado mirar.

Aunque consideraba que se asustaron porque nunca en su vida habían probado los labios de una mujer, ni sabían de los dulces placeres que podíamos otorgarnos entre nosotras mismas sin correr el riesgo de quedar embarazadas. De saberlo, estaba segura de que hubieran rogado por estar en mis fiestas.

Sin embargo, esta mañana, ahora tenía delante de mí la cosa más deplorable que había visto en toda mi vida. Una mujer demasiado simple, con el cabello corto y la cara lavada como si se tratase de un hombre. Me asombró el saber que estaba allí porque la habían comprado como si fuese un mueble más en aquella casa, pero no me extrañó que, con su aspecto, la consideraran como una mercancía.

Me enteré de que ella era la que se encargaba de hacer todos los trabajos pesados y menos gratos de la casa. Al ser la única que quedaba en la casa porque no tenía a dónde ir y era de mi propiedad como todo lo demás que había allí, le ordené que me hiciera el desayuno.

Me fastidió el tener que vestirme sola. Pero esas estúpidas doncellas podían ser remplazadas. Todos eran reemplazables, mientras tuviera dinero y poder, todo estaba en tus manos.

Otra cosa que me molestó de no tener doncellas, fue que nadie pudo peinarme, la mugrosa criada, no tenía pinta de saber peinarse, pues llevaba el cabello a lo chico y eso hacía saber, que no sabía cómo hacerlo ni con ella misma.

Cuando bajé, me alegró ver que la casa estuviera reluciente como siempre, incluso el salón estaba limpio, como si nunca hubiera habido una fiesta allí. Cuando me fui acercando al comedor, llegó hasta a mí, el delicioso olor del desayuno que la criada en cuestión preparó para mí.

En el momento en el que tomé asiento en la mesa, ella comenzó a poner la mesa para mí, pero la pobre era tan ignorante que ni siquiera sabía cómo iban colocados los cubiertos, así que se los arrebaté y los puse yo misma, mientras que a ella la mandaba por mi desayuno. Me moría de hambre, no obstante, cuando vi sus manos de cerca al momento en que me servía, le pregunté:

― ¿Te lavaste las manos?

― Por supuesto que sí, señorita. Solo que mis manos están manchadas ― respondió con la cabeza baja como siempre.

Al menos, sabía cuál era su lugar.

Como no le creí, la tomé de uno de los brazos y la arrastré hacia la cocina para comprobar si era cierto o no lo que me había dicho. Cuando sentí su extremidad bajo el tacto de mi mano, me hizo saber que era más delgada de lo que creía, pero a pesar de ello, había fuerza en aquellos músculos.

No mintió, sus manos realmente estaban manchadas. Yo no sé qué haría si algún día tuviera las manos de esa manera tan feas y maltratadas. Además de que se miraba claramente de que estaban rasposas y callosas. No parecían las manos de una mujer y mucho menos las de una dama como yo.

Fidelidad y Sentiemiento (Adaptacion t.A.Tu. +18 suave)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora