XXXI

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Me sorprende ver lo mucho que hemos crecido, las espinas nos abrasan la piel pero seguimos sonriéndole al destino, fingiendo que no nos perdemos por el camino.

Todos los recuerdos de lo que era la felicidad se quedaron junto con nuestra inocencia en el pasado, obligados a permanecer en un bucle constante entre el pasado y el presente mientras nos fuerzan al mirar hacia el futuro. 

Es como si perdiéramos quienes somos, como si el hacernos mayores significara perder el color del alma, volviéndonos esclavos de la gris monotonía. Hartos de vivir pero con miedo a morir.

Así que fingimos que no estamos mal, que el dolor en el corazón es un simple cosquilleo de nervios y no un huracán que nos rompe por dentro, evitamos el conflicto porque nos creemos el problema, y de mientras seguimos con nuestra sonrisa, preparándonos para un nuevo día.

(Des) controlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora