Una vez, cuando era joven, tenía catorce años, mis padres fallecieron en un accidente automovilístico, dejando a mi pequeña hermana en mis manos. Mientras ella lloraba, traté de consolarla con lágrimas en los ojos.
– Tranquila Bonnie, todo mejorará, te lo prometo - musité tratando de tranquilizarla.
Caminé por las calles mojadas mientras Bonnie seguía llorando desconsoladamente.
– Mamá, papá - exclamó la pequeña entre sollozos.
A pesar del sonido atronador y las calles vacías, seguimos mojándonos con las gotas de lluvia. La abracé y le aseguré que todo iba a estar bien.
– Te lo prometo, todo mejorará, te lo juro - repetía entre susurros.
Seguí caminando y vi en una pequeña televisión a una persona cantando con pasión.
– Es la increíble Melodie, la reina de las Idol - comentó mientras observaba la actuación.
Mientras mi hermana se quedaba dormida en mi espalda con sus ronquidos, algo cambió en mí. Dejé de llorar y empecé a sentir felicidad. Fue la voz de la chica en la televisión la que me trajo esa sensación. Me hizo sonreír y decidí que quería seguir viéndola. Desde ese momento, mi corazón empezó a latir con la admiración que sentía por ella. Quería ser como ella, esa se convirtió en mi razón para seguir adelante.
– Seré como tú - murmuró la pequeña Janet con determinación.