II

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"Búsqueda"

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Sus ojos se abrieron con pesadez y una diminuta sonrisa se instaló en sus labios al ser consciente de que era domingo por la mañana, significaba que su madre y hermanos estaban en la iglesia y no regresarían hasta pasado el mediodía. Tenia cerca de tres horas para ser libre y feliz antes de regresar a su típica rutina de gritos y peleas sin fin.

A sus diecinueve años de edad, Draco era el único proveedor de su familia, sus hermanos Eltain y Emily, de diez y nueve, eran el principal dolor de cabeza del rubio. Su madre Narcissa, de treinta y nueve años, era su segundo dolor de muelas. Los tres estaban tan sumergidos en una burbuja de perfección y elegancia que ninguno se esforzaba por ayudar a Draco en lo más mínimo. El marido de Narcissa, Lucius, siempre le tuvo en casa y nunca le pidió nada a cambio, por lo que en cuanto murió su marido, Narcissa se volcó en la adoración a sus hijos menores dejando a su hijo de doce años a la deriva. Desde entonces, el pequeño doncel se preocupaba de que sus hermanos no pasaran hambre ni frío, solía trabajar en diferentes cosas en un solo día para que al llegar a casa su madre lo despreciara. Llegó un momento en que Narcissa no escuchó más risas del niño de doce años y decidió buscarlo con la mirada, tal vez se durmió... Se sorprendió en demasía al ver que el niño rubio, flaco y alto sin nada a destacar, era ya un doncel de diecinueve años, con un cuerpo esbelto pero relleno en los lugares adecuados. Le vio las ojeras debajo de los ojos, pero alzó los hombros en forma despreocupada y siguió enfocada en Eltain y Emily, quienes entendieron que su hermano mayor no era alguien especial, solo era... Un doncel extraño dentro de la casa.

Su desayuno consistía de una tortilla de huevo que cocinaba a fuego medio y una manzana del huerto. Ese día su familia comía en la iglesia, por lo que no debía cocinar almuerzo hasta que fuera la hora de la cena. Había perdido la costumbre de comer a mediodía, debido a sus constantes trotes de un trabajo al otro en poco tiempo, solía sobrevivir el día con una tortilla de huevo, una manzana y una taza de leche, más cuatro horas de sueño y esperanza de que en algún momento su suerte cambiaría. Una dieta no muy sana pero llena de ilusiones.

Luego de comer y ordenar el desastre de la casa, subió las escaleras y fue directo al baño, sus hermanos no le molestarían en horas, por lo que se merecía un baño con agua caliente para desestresarse y luego leería unos minutos en el jardín trasero y volvería a la constante rutina con su familia de cuentos de hadas.

Para las primeras horas de la tarde, sus hermanos llegaron gritando y con los pies sucios, su madre los reprendió y entendió que algo no andaba bien. Narcissa nunca les reprendía nada a los pequeños monstruos. Fue hasta la sala y allí vio a un joven con ropas rojas y doradas, arrugo la nariz en disgusto ante la horrible combinación de colores y lo absurda que se veía la ropa, parecía ser de un bufón.

-¿Te ves a casar otra vez? -preguntó con una mueca hacía su madre-

Aun le respetaba muy poco, pero si ese sujeto era su posible marido, todo respeto y comprensión hacia ella se irían al demonio en ese mismo instante.

-¿Qué? -preguntó su madre con repugnancia- no, yo no me casaré...

Suspiró aliviado, aunque el sentimiento no le duró tanto como hubiese deseado al ver las sonrisas de los demonios frente a él.

-Quien se casará serás tú -dijeron al unísono los pequeños-

Aquello le cayó como un balde a agua fría.

-¡NO, NO Y NO! -gritó con furia-

El hombre, se levantó y se acercó a él, retrocedió con temor y el puño listo para golpearlo si se le acercaba, de algo debían servir sus peleas con sus primos mayores ¿No?

-El rey Po-

El puño del rubio dio directo en su nariz, aparentemente quebrándola, en su defensa ¡El bastardo seguía acercándose! Fue mero impulso. Su madre chilló al ver como el hombre caía como si nada al suelo con la nariz goteando sangre.

-¿¡Cómo te atreves a hacer algo como eso!? -explotó en ira la mujer, esa era su puerta hacia el cielo y su estúpido hijo lo arruinó- ¡Los donceles no deben ser brutos como tú lo eres!

-¡Él se me acercaba demasiado! -respondió con mayor enojo el doncel-

¡Él nunca permitió que otro se sobrepasara con su cuerpo y esa no sería la última vez que lo evitaba!

-¡Venía de parte de los reyes de Gryffindor, mocoso insolente!

Lo dicho por su madre hizo que todos los engranajes se acomodaran en su mente y alzó la vista con mayor molestia.

-¡Me ibas a vender! -recriminó furioso, esperaba muchas cosas de su madre, pero eso era excesivo hasta para su propia tía Bellatrix-

-Pues, que de algo sirvas -bufó molesto Eltain, según su mamá tendrían mucho dinero si ese señor se llevaba al tarado de su hermano mayor y él lo arruinó todo-

Emily arrugaba su vestido y sus mejillas estaban rojas de enojo.

-¡Lo arruinaste todo, Draco! -chilló a forma de reproche, siendo ignorada por sus dos hermanos, molestándola aun más-

El pobre lacayo al despertar se encontraba sentado en un sillón y tenía un paño frío en la nariz, el doncel que lo había golpeado veía en su dirección y sus mejillas ardieron, parecía avergonzado.

-Joven Malfoy, necesitaré que me acompañe hasta el reino de Gryffindor -explicó como si nunca hubiese tenido la nariz rota, el chico tenía fuerza debía admitir-

El único doncel de la casa asintió y fue escaleras arriba por sus cosas básicas, a la par que su madre sonreía satisfecha, perturbando al hombre, se le hacia una mujer molesta, casi como la reina Cho.

-¿De cuánto estaríamos hablando por el útero de mi mocoso?

-El rey debe aceptarlo como concubina primero... Señora.

𝓒𝓸𝓷𝓬𝓾𝓫𝓲𝓷𝓪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora