X. El casco con cornamenta. Pt. II

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Aioros buscaba de un lugar a otro a su hermano con desesperación, irrumpiendo en los establecimientos, chocando con personas, tropezando contra las cosas que estaban desplegadas ya fueran adornos y productos de vendimia, ganándose varios insultos y maldiciones de los pobladores. Algunos lo veían extraño, otros trataron de acercarse para preguntarle si estaba bien, o si podían ayudarle con algo, pero cuando lo intentaban ya era demasiado tarde, el castaño ya se había marchado para seguir buscando a su adorado hermano. Era tanta su desesperación por encontrarlo que mientras corría no se dio cuenta que su misma velocidad hizo que la capucha de su capa cayera hacia atrás, descubriendo su rostro por accidente.

Cuando llegó a un crucero frenó y miró en todas las direcciones en las que se hermano pudo haber ido, no sabía que camino tomar, si a la izquierda, a la derecha o al frente, pero fue una tortura pensar que Aioria quizás nunca había ido por ninguno de esos caminos porque pudo haber ido en la dirección contraria desde un inicio.

Buscar a su hermano solo no estaba resultando de manera exitosa.

Pensó en Shura, quien volvería al hotel, así que quizás lo mejor era regresar, esperarlo para comentarle que en un descuido suyo su hermano había desaparecido. Se sintió terriblemente mal, Shura ya estaba haciendo demasiado, quizás en ese mismo momento se estaba enfrentando con el dueño de algún caballo, no podía cargarle más la mano, tenía que encontrar a Aioria solo sí o sí.

Un ruido que venía de las alturas llamó su atención, cuando volteó hacia el tejado del edificio de madera de su derecha vio como varios cuervos aterrizaban ahí. Esta vez no graznaban de manera ruidosa y detestable, solo lo miraban en silencio, estaban tranquilos, como si su trabajo ya estuviera hecho.

Fue entonces cuando se sintió observado por algo más, era una mirada penetrante, como cuando una presa es captada por los ojos de un depredador, que hizo que un escalofrió le recorriera hasta el alma. Cuando volteó para ver de qué se trataba, se quedó helado al reconocer la indumentaria de los caballeros de su padre, no podía ver el rostro al otro lado de la visera del casco, así que no pudo identificar a quien de todos los caballeros que había conocido le pertenecía aquella mirada tan pesada, pero lo que sí reconoció fue el casco que el caballero usaba, lo había visto infinidad de veces en la casa de su amado, era una reliquia de su familia.

En cambio, los ojos de Cid podían analizar libremente el rostro del castaño frente a él, su rostro reflejaba desconcierto, su mirada desconfianza, la rigidez de su cuerpo mostraba su estrés y su mano apretando la empuñadora de la espada evidenciaba que llevar consigo a ese príncipe no sería tan fácil.

Así que las palabras y las cordialidades estaban de más.

Cid ordenó a su caballo a cabalgar a toda prisa en dirección al príncipe cuando este salió corriendo inmediatamente para buscar refugio, precipitándose dentro de una casa, de donde algunos pobladores salieron despavoridos y otros le gritaban al intruso pidiéndole que saliera de ahí.

El caballero esperó paciente a fuera, las ordenes de Sísifo incluían evitar un escándalo entre los pobladores, así que trataría de no molestarlos tanto con su presencia. Su ojo izquierdo volvió a teñirse de negro y pudo ver como Aioros se había escabullido por la parte trasera de la propiedad para escapar.

Inmediatamente puso su caballo en marcha en aquella dirección.

No tardó en divisarlo a la distancia con sus propios ojos por la calle, pensó en la ruta en la que el príncipe se dirigía, y analizó toda la información que había obtenido mediante sus cuervos y el príncipe más joven: El príncipe tenía un aliado, y lo más seguro era que corría hacia él en busca de apoyo.

El poder de las líneas carmesí / AiorosXShuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora