IV. La misión del comandante (Pt. 2)

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Con mucha dificultad logró abrir sus ojos, su frente le pesaba debido a un terrible dolor de cabeza. Cuando por fin vislumbró su alrededor miró el tan conocido techo de su propia casa.

No quería ponerse de pie, cada músculo de su cuerpo le dolía como si los hubiese sometido a un esfuerzo tan extenuante como nunca antes lo había hecho a pesar de ser un caballero entrenado, pero tenía que levantarse, su garganta seca le pedía agua y su ropa húmeda tenía que ser cambiada.

Ese último detalle llamó su atención, imaginó que su ropa estaba en ese estado por haber sudado excesivamente durante la noche, pero él no acostumbraba a dormir con tanta ropa encima. Una punzada lo sacó a la fuerza de sus pensamientos y casi lo doblega del dolor, lo único que podía imaginar es que quizás y había bebido demasiado vino en el banquete del retorno del rey que perdió el conocimiento y lo llevaron a casa, y quizás el cambio de ropa fue porque algún alma se apiadó de él si es que en su borrachera se había ensuciado. Rogaba que no fuera así, si algo odiaba Shura era ser inconsciente de sus actos.

Miró a través de su ventana, el bullicio del exterior y la intensidad del sol le anunciaba que estaba bastante pasado de medio día. A pesar de no sentirse en las mejores condiciones se alistó para salir de casa y hacer algo útil con su tiempo libre, vistiéndose con unas calzas negras, una camisa gris y un cinturón y botas café, no necesitaba usar su indumentaria que lo asociaba con su puesto en ese día para ir de compras al mercado con su morral al hombro.

Su expresión jamás había sido la más amigable, sin embargo, todos ya lo conocían y lo saludaban con el respeto que se merecía el comandante del mayor de los príncipes, y a pesar que ya debería estar bastante acostumbrado a los buenos tratos de los pobladores su timidez con los demás siempre salía a la luz. Empuñó su espada que se sostenía de su cinturón a la izquierda de su cadera, sin sacarla de su funda, algo tan sencillo como eso siempre le daba valor, al menos respondía con una sutil sonrisa a los saludos de los demás.

Siguió caminando, mientras más se acercaba al mercado más se concentraba la gente, compradores y comerciantes que le ofrecían de todo, desde frutas hasta la carne más fresca que podía encontrarse ahí; tenía cuidado de no chocar con las personas más no podía controlar a los despistados a su alrededor y no tardó en toparse con alguien de frente.

—¡Shura!

En cuanto sus ojos verdes se encontraron con los del príncipe más joven su rostro se puso rígido al igual que el resto de su cuerpo, su corazón se pausó un instante y una sensación estremeció breve y sutilmente su cuerpo de la cabeza a los pies.

—Fíjate por donde vas. —Comentó Milo en un fingido tono molesto, sacando de su trance al de ojos olivos, pues sabía que la falta había sido del rubio. —El príncipe Aioria no puede llegar tarde a su cita en la taberna.

El pelinegro miró fijamente a Aioria, el corazón se aceleraba con ansiedad en su pecho, tragó duro antes de dejar de verlo con tanto interés, parpadeó un par de veces y se llevó una mano en el pecho, todo había vuelto a la normalidad. Exhaló aliviado. —Es muy temprano para ir a tomar.

—¡No lo juzgues! —El moreno de flequillo alborotado pasó un brazo sobre los hombros de Shura con toda la confianza del mundo. —El chico tiene que hacer una reflexión y bien dicen que los borrachos y los niños siempre dicen la verdad.

—¿Puedo acompañarlos?

La pregunta dejó perplejo a Aioria y a Milo, ambos parpadearon desconcertados, se les hacía raro que Shura quisiera unirse a ellos para ir a la taberna, sobre todo si no contaban con la presencia de cierto castaño.

—Claro... —Respondió Aioria sin más, aunque lo había tomado desprevenido no tenía nada de malo la presencia del comandante de su hermano.

—Podríamos ir a la taberna que se encuentra en mi barrio, cerca de mi casa, esa es menos concurrida que la que está cerca del mercado, es más apropiada para que el príncipe pueda hacer sus desmanes sin que llegue inmediatamente a oídos del rey.

El poder de las líneas carmesí / AiorosXShuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora