Capítulo 5. No puedo.

136 6 0
                                    

Me senté en el sillón en frente de ellos.

-¿Que... Que pasa?- pregunté intentando calmarme y respirando medianamente bien.

-Britt,- empezó a hablar mi padre. Le cogió de las dos manos a mi madre- han llamado del hospital...

Se paró en medio de la frase, intentando aguantarme la mirada, pero veía que le costaba.

-¿Y? ¿Que te han dicho?

-A ver, Britt... No es fácil de decir, y menos nosotros que somos tus padres- le cayó una lágrima y cuando se dio cuenta se la quitó, se le veía nervioso. Pero no más que yo, que no sabía por que estaban así ni porque costaba tanto decirme de lo que habían hablado. Sobre mí.

-¡Ya lo sé!- dije con tono de desesperación- ¿Pero alguien me puede decir de una puta vez que pasa? ¿De que has hablado con ella? Y, ¿por que de mi?- agaché la vista y intenté regular la respiración.

- Britt, no es fácil- intentó calmarme- a ver, ¿te cuerdas cuándo fuiste con tu madre al hospital?- asentí- Pues, ayer, un niño de tu misma edad iba con los mismos dolores y falta de respiración, y no fue un dolor muscular ni nada de eso...- se quedó pensando e intentando no llorar. Siguió con una voz triste y llorosa mientras miraba al suelo- Era...-respiró hondo- Era cáncer de pulmón. A la médico le costó verlo, pero lo vio.

Hubo un silencio incómodo. Los dos rompieron a llorar. Se lo que me querían decir, pero no, era imposible. Empecé a hablar de mala leche como si ellos tuvieran la culpa de aquello.

-¿Que tiene que ver ese niño conmigo? Enserio, no es nada. Un dolor muscular. Joder- repliqué intentando darme cuenta de lo que me habían dicho. Imposible.

-Pues que, la misma doctora que te atendió a ti fue a revisar las radiografías de algunos de los pacientes que también tenían esa misma sensación de dolor por si se le había pasado alguno, un fallo muy grande, y por suerte entre esas estaba la tuya. Y era idéntica a la de ese niño. -me contestó con lástima.

-Las revisó, ¿y? - estaba nerviosa. Tenía una sensación rara: sabía lo que me querían decir pero no quería que acabaran de decírmelo, no lo podría soportar- Eso no significa que yo tenga cáncer, me lo miraron una vez y me dijeron dolor muscular, y ya está. -acabé cansada de hablar, tenía que recuperar el aliento. Seguí hablando aunque no me importaba quedarme sin aire- ¡No tengo ningún problema! ¡Ni falta de salud! ¡Ni un puto tumor cancerígeno en los pulmones! Los médicos se equivo... equivocan- acabé la frase respirando muy fuerte, intentando que llegara oxígeno a mis pulmones no sanos.

-Y ya se equivocaron cuando te dijeron que era un desgarre. No encontró la médico el tumor a la primera, pero lo encontró, y menos mal que lo revisó- dijo mi madre secándose las lágrimas con un pañuelo.

Me quedé quieta, no sabía que hacer. Mis padres se levantaron y me dieron un abrazo muy fuerte, pero no sé lo devolví. Dije que quería estar sola y subí a mi habitación.

-Tengo un tumor en mis pulmones -me decía a mi misma intentando asimilarlo, poco a poco.

Me repetí mil veces eso y cada vez lloraba más.

Al cabo de un rato decidí parar de llorar, cosa que se me hizo muy difícil, y hacerme un baño con sales para despejarme un poco. Llené la bañera del baño de mi habitación, cogí el libro de Ciudades de papel y lo abrí. Ahí estaba la carta que me había hecho Ari, la cual aún no había leído. Intenté no llorar, pero fue imposible. Cómo cambia la vida de un día para otro, de un momento a otro. Pensar que puede pasar si el tumor se expande rápidamente, si es terminal, si las pastillas o la quimioterapia no funcionan bien. No volver a ver a tus amigos, no volver a ver a Ari, no volver a correr una carrera, no volver a saltar una valla, no volver a escribir, no volver a reír ni a ver ni a sentir, no volver nunca más a cantar, no volver a besar, a disfrutar, a ser feliz, no volver nunca más a vivir. Tenía mucho miedo, necesitaba asimilar todo lo que en unos segundos te puede derrumbar. Eran demasiadas cosas a la vez, me sequé aquellas lágrimas y decidí leer la carta de mi mejor amiga.

FELICES 16 A LO MÁS GRANDE

Que voy a decir que no sepas...

Primero, felicitarte por tus 16 añazos y también, felicitarte por ser así. Tengo que decir que este año ha sido el mejor de todos con diferencia. Sé que cuándo nos conocimos no empezamos con buen pie, pero, mira ahora, ahora más que una amiga, eres una hermana.

No quiero que esta sea la típica carta en la que te digo lo increíble que eres y en la que te doy las gracias por todo, ya que sabes que sobra porque te lo he dicho mil veces.

Sólo quiero darte a entender que tu vales muchísimo más de lo que crees.

Hay veces que no nos valoramos cómo nos merecemos, hay veces que te sientes mal porque no consigues aquello que tu quieres, pero verás con el tiempo, que con paciencia (Cosa que debemos pulir JAJA), constancia y esfuerzo, se pueden conseguir.

Mira y cuenta la gente que tiene el valor para hacer un 300 vallas, se pueden contar casi con los dedos de las manos, ¿Verdad? Pues deberías sentirte orgullosa, porqué tu eres uno de esos dedos.

Y déjame que te diga que cada vez que entrenas me quedo alucinada con las ganas que le pones, créeme, muy poca gente lo hace, y no dudes que esto tendrá su recompensa.

Bueno, y finalmente decirte que te quiero con locura. Eres la mejor amiga que se puede tener, se que no te lo suelo decir, pero ya sabes cómo soy.

Un beso enorme de la que más te quiere.

Rompí a llorar, no podía. Me encantó. Pero pensar que puede que me vaya, para siempre, y dejarla a ella, tanto a ella como a mis amigos, a mi familia y todas las personas que quería y que me querían, pero principalmente ella. No puedo.

Esto es más duro de lo que parece. Que de repente el día de tu cumpleaños te digan que tienes cáncer de pulmón, eso tendría que estar prohibido para personas que antes de saber esa noticia, eran felices, o al menos lo intentaban. No se puede, no puedo.

-¡NO PUEDO!- grité sin miedo a que alguien me oyera y pegando fuertemente a el agua de la bañera llena.

Encendí la música, concretamente en la canción Try de Colbie Caillat, abrí el libro de Ciudades de papel. Me quedé pensando si leer o no leer, decidí leer, tenía la esperanza de que ese libro, de alguna manera, me pudiera ayudar. Pero seguía llorando.

Paré de leer y me dije en voz alta.

-Tienes un tumor cancerígeno en el pulmón, venga, puede que no sea tan malo, hay más adolescentes como tu que... -no podía seguir engañando a mi mente. Tener cáncer es malo, muy malo.

Me derrumbé, cerré los ojos y apreté mis puños con fuerza.

-¡No puedo!- grité llorando y poniéndome las manos en la cara- No puedo...- dije en voz bajita, negando con la cabeza, sintiendo como mis lágrimas se quedaban en mis manos mojadas.

Cuando todo acabe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora