El salón se sumió en un silencio abrumador mientras los ojos de Zahar y Kereem se encontraron.
Kereem pasó un trago y la boca se le puso seca, y no entendió por qué todo su cuerpo se tensó. Se quedó atrapado en la intensidad de la mirada de esa mujer, su cabello era largo y castaño oscuro, pero sus ojos eran de un color inexplicable.
Había un azul intenso en sus ojos, pero a la vez un gris claro que lo traspasaba como si fueran agujas, mientras una mezcla se fundía en él. Había rabia, por supuesto, impotencia, y mucha testosterona exudando de sus poros.
Zahar, por su parte, sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo al encontrarse con la mirada penetrante de este hombre, tragó su propia saliva y achicó sus ojos.
Lo había visto innumerables veces en fotos, siempre le pareció un hombre apuesto, pero su presencia, evidentemente, era otra cosa. La autoridad que emanaba, sus ojos de un verde y amarillo intenso bajo su piel morena, destacaban a un hombre que emanaba no solo poder, sino dominio.
Su altura resaltaba la imponencia, y su cuerpo, donde la tela de su traje encajaba en todas sus partes, incluso lo hizo más interesante.
Zahar no se movió un centímetro, pero por dentro, todo en ella se agitó.
No apartó sus ojos, estaba en sus entrenamientos, pero supo que era más por una tensión invisible, que literalmente le había traspasado como la velocidad de la luz. Además, había algo en esos ojos que la hizo sentir desnuda, expuesta ante un poder que no comprendía del todo.
Y fue él el que apartó la mirada de inmediato, y luego volvió a ella con otra muy diferente, esta vez, como si la odiara de toda la vida.
Sanem fue quien rompió el silencio, ella estaba en medio, y juraba que algo había sucedido en sus miradas. Estaba demasiado agitada en el momento, y miró a Kereem, y él a ella.
Notó la transformación en la expresión de su esposo, lo vio cómo se compuso como una roca y asintió para ella.
Como si le dijera: «Todo está bien», pero nada estaba bien.
Ella bajó la mirada a sus propias manos, unas que temblaban ligeramente, y luego volvió a aquella mujer.
—¿Cómo te llamas? —preguntó finalmente mientras su garganta se comprimía.
Fue hasta ese momento, que Zahar la miró.
—Zahar Olayan, señora —respondió ella con respeto, sin apartar la mirada.
Sanem caminó rápidamente al lado de Kereem, y notó una seguridad extrema en esa chica, que incluso la hizo sentir desprotegida.
No acostumbraba a tocar a Kereem frente a nadie, no estaba en ellos, pero se vio rodeando su cintura, apegándose a él.
—¿Sabes la razón del porqué estás aquí? —Zahar miró a Kereem, y notó su ceño pronunciado, esa primera mirada, ya no estaba en él.
Entonces se fue a Sanem.
—Sí, señora... el señor Malih me ha preparado más de...
—Majestad... —corrigió Malih—. El Emir sabe que he estado buscando y preparando a las candidatas desde hace un tiempo. Al final, Zahar ha dado con las mejores calificaciones.
Sanem se estremeció un poco.
—Malih... déjanos solos un momento... —Malih abrió los ojos, pero no titubeó un segundo ante su orden.
—Estaré en el salón continuo a este...
Ni Kereem ni Sanem afirmaron, y la tensión fue mayor cuando se quedaron los tres.
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JUEGOS DE ENGAÑO Y SEDUCCIÓN
RomanceLa monarquía gobernada por Kereem Abdalá aparenta ser invencible, pero bajo la fachada de poder y prosperidad, Kereem se encuentra atrapado en una lucha interna que amenaza con desbordarse. Ante la presión de asegurar la sucesión, Kereem jura lealt...