PRÓLOGO

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"Una extrañeza llamada destino"

  Abigail jugaba con su pequeña sudadera de “Star Wars" que no paraba de estirar para aparentar ser un vestido.

Le encantaban las ropas holgadas

Y su madre había decidido escoger esa sudadera por estar en oferta, según su opinión. Claramente, Aby no entendía los láseres extraños que se entremezclaban ni una especie de muñequito verde con orejas inmensas que peleaba.

Le parecía gracioso, además de ser un artículo cómodo para su piel.

Pero Abigail tenía más intereses en su vida, que lo que podría ser una pequeña sudadera o el pantalón de cuadros escoceses que llevaba puesto en esos momentos.

Abigail sólo esperaba la llegada de la única persona que podía ayudarla.

Y a pesar de ser una niña de 7 años, comprendía que el tema a tratar era delicado y no podía contar a la ligera con sus padres. Temía su reacción.

Pero en cambio con su hermana Beatrice, las cosas tomaban otro color.

Las relaciones afectivas en ambas, estaban un poco ásperas. Por no decir que amargadas e inexistentes.

Pero los hermanos siempre presentaban esa característica de llevarse la contraria. Y Abigail la poseía con Beatrice.

Se llevaban tan sólo unos 10 años, era una gran diferencia, pero ambas competían en la mayoría de cosas. Cómo si tratasen de obtener un premio nobel o algo por el estilo.

Es por eso que cuando Abigail supo ése día que su hermana había encontrado al fin su “alma gemela” algo en ella se rompió y estuvo así de frágil por un largo periodo. No tenía cómo poder igualar la obtención de un “alma gemela” para poder sentirse un poco ganadora. No obtenía la manera. Por eso tenía una idea un tanto estrambótica, pero que no dejaba de ser buena.

Se tragaría su orgullo y hablaría abiertamente con su hermana.

¿Cómo era adquirir un “alma gemela”? ¿Por qué se realizaba en situaciones y edades muy distintas en el resto de las personas? ¿Por qué se decía que era “especial”…?

Las uñas de Abigail sufrieron la desesperación de su propietaria. No podía más con la impaciencia y por la llegada de su otro miembro familiar con el que no presentaba buenas relaciones, pero con el que trataría de hablar y entenderse para robarle no una, sino varias incógnitas que le cruzaban por la mente.

Una voz chillona y fuerte le llegó a sus oídos desde la puerta principal. Sabía quién era la dueña de tan molesto sonido, y a pesar de no haber cambiado nada, por esta ocasión, le pareció el ruido más perfecto del planeta.

Para no poner tanta contrariedad, Aby se depositaba en la habitación de su hermana. Sabía que no era del agrado de ella pero la situación lo amerita — pensaba la niña—. Y la verdad que dejaría en un duodécimo plano el orgullo que tanto tiempo había forjado con Beatrice.

Una melena rubia cruzó cerca de sus ojos, y en menos de tres segundos tenía el clásico cuerpo deportivo de su hermana. Con una cara larga y un tanto enfadada. No quería visitas indeseables en su cuarto, y con sólo un gesto despectivo Abigail lo sospechaba.

— A-B-I-G-A-I-L  B-E-C— su hermana seguía deletreando con lentitud pasmosa su nombre entero. Pero la niña no se amedrentó en absoluto, y con paciencia decidió interrumpirla para comenzar a hablar.

— Supe de tu media naranja. “Marina”, así se llama la chica ¿No? — comentó con paciencia letargada Aby.

Para los Beckham, la noticia de que su hija mayor fuese bisexual fue todo un escándalo. En realidad jamás lo supieron hasta que Bea se apareció con Marina un buen día en casa. Presentándola cómo su “destinada”, y poniendo patas arriba la tranquilidad hogareña de la familia.

Mi destino es OdiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora