Merezco esto. Dios ha visto en mí que sus creaciones pueden escaparse de su control, así que no necesita arriesgarse creando algo nuevo; tiene todo un séquito de ángeles a su servicio y sólo yo logro sobresalir para obtener algo que el resto no posee: su atención. Merezco la atención de Dios, que sus ojos no miren a ningún otro lugar que no sean mis ojos, mis brazos, labios, el brillo de mi piel bajo su luz. Y así ha sido por diez perfectos días, en los que me dirijo a sus aposentos para perdernos entre besos y caricias. Poco a poco nuestras ropas estorbaron a nuestros dedos. Juntos inventamos el desnudo. En ocasiones más propicias, le mostré el placer que sentí bajo el árbol del Edén; las sensaciones en su ahora nombrado pene resultaron tan sorprendentes como excitantes (otro maravilloso término). Durante estos diez días hemos inventado más de treinta palabras nuevas que describen nuestro deseo. Él se ha dejado guiar por mí mientras le concedo el control total de mi cuerpo. Sin embargo, siento que aún hay algo que falta; el placer puede ser mucho mayor, estoy seguro.
Voy en camino a la sala del trono. Como siempre, escoltado por Miguel, pero ignoro su presencia más que nunca, inmerso en la idea de aquello que resta por experimentar. No logro descifrar qué es. Indago en mis fantasías más ardientes y en los recuerdos que llenan mi piel de excitación. Pero no consigo nada. Todo parece rondar en lo mismo. Y sus caricias son sublimes, su piel es como estar a un milímetro de tocar su santo espíritu; se percibe un calor como ninguno y una paz que, combinada con el deseo, me lleva a espacios más allá su sagrado castillo; me eleva más alto que la torre más alta. Pero puedo llegar más arriba. Podemos volar más lejos y reinar desde la altura máxima, los dos como uno solo.
–¿Aún no sabe dónde ubicarte? –Pregunta Miguel de pronto.
Llevamos la mitad del camino. Quisiera poder decirle todo, pero no quiero mirones, ni que piensen que pueden hacer lo mismo. Vaya molestia. Supongo que lo mejor será mentir.
–Resulta que pertenezco a un coro distinto a los demás. –La mentira será bajo mis términos. –Es un coro que le ayuda con las ideas de La Creación.
Miguel me mira con una expresión que nunca había visto. Si tuviera que definirla, sería algo cercano a la curiosidad, pero una curiosidad que cuestiona la verdad. ¿A caso no me cree? ¿Pudo ver más allá de mi mentira? Este arcángel no parece ser alguien que tenga mucha presencia de inteligencia en su espíritu, sin embargo, me observa con incredulidad. Esa será la palabra.
–¿Un coro de un solo ángel? Pero Dios no dio a conocerlo nunca. –Comenta él.
–Tuvo que crearlo cuando descubrió que mi talento va más allá que el de todos ustedes. –Repuse con una sonrisa. –Desconozco por qué no les ha dicho nada. Preguntaré.
–¿Desconozco?
–Ah, sí, es una palabra nueva. Aquello que no sabes, como el título de mi rango superior, le nombramos desconocer.
–¿Y cuál es ese título? –Preguntó de inmediato. Se le nota molesto. Seguro es la primera vez que lo experimenta. Se nota por sus labios apretados, su cuello tenso. Lástima que nadie podrá darle el consuelo que yo recibo.
–Si Dios no lo comunica, no me corresponde compartirlo, ¿no crees? Ya dije mucho con lo que antes escuchaste. Debería callar ahora. Y sugiero que guardes tus dudas para la puerta de entrada, supongo que hablas mucho con ella ya que pasas todo el tiempo ahí.
Irritado, gira la cabeza al frente. Yo no borro la sonrisa de mi rostro y vuelvo a perderme en mis imaginaciones hasta que llegamos a las puertas de la sala del trono. Ni siquiera me cruzo palabra con Miguel. Entro sin más, cerrando la puerta en su nariz.
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Eres mi templo (Lucifer x Dios)
FanficEs tiempo de contar mi versión. Esta es la verdad de cómo fui desterrado de los cielos por Dios, luego de mostrarle aquello que después castigaría con pudor, negando por toda la eternidad que nuestro amor fue más allá de lo espiritual.