Génesis: Capítulo 1

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–Puedes quedarte a ver La Creación. –Me dice. Y aunque la invitación suena bien, no puedo evitar sentir que lo hace por... algo. Como si me viera menos, algo que necesita consuelo, sí, eso: consuelo. Es un término bueno, pero ahora veo que puede tener connotaciones opuestas. ¿Se compadece de mí y siente que eso me hará sentir mejor? Bueno, supongo que podría aprovechar el tiempo para involucrarme en ello.

Acepto. Él sonríe. Me gusta cuando lo hace, así de genuino. Soy el único que le provoca verdadera alegría, estoy seguro. Aunque, claro, ahora su bendita Creación robará sus sonrisas. No permitiré eso.

–Lo crearé en siete días. –Comenta. –¿Te quedarías conmigo todo ese tiempo? Siento que aquello que percibí en tu cuerpo es clave para todo esto. Seguro que ayudará a descubrir qué es aquello en tu interior.

Yo sonrío, levanto el mentón.

–Por supuesto, Dios. Yo estaré contigo en todo el proceso.

Tengo que esperar fuera del castillo por dos días; Dios preparará sus aposentos para que sean la cede de La Creación. El pensar que destruirá el espacio sagrado donde le enseñé placer me molesta, temo que no le cueste nada despojarse de su trono y aquél suave rectángulo que creó sólo para nosotros. Me lleno de ira, que intento calmar yendo al Edén a posarme bajo el mismo árbol de siempre. Mi espíritu necesita relajarse, y aunque Dios está muy ocupado en este momento, nada me impide recurrir a su recuerdo para satisfacer mis deseos; lo veo desnudo en su memoria, su bello cuerpo deslumbrante que resulta más sublime y delicioso que cualquier fruto de este jardín. Acabo de decidir que pasaré estos dos días pensando en él, llenando mi mente con su imagen mientras hago de mí el placer; mis manos tocan mi cuerpo e imagino que son las suyas; juego a que él es quien toca mi pene y con deseo me lleva más alto que el paraíso.

En estos dos días creo nuevas palabras: masturbación, sexo, orgasmo. Todo lo viví con Dios. Fue por y para él. Me enorgullece tener nombres que no significan nada negativo; se sienten bien. Santos.

Emocionado por mis propias creaciones, me dirijo al castillo. El día de La Creación es hoy. Corro con energía. Veo cómo los demás ángeles se acercan conmigo al castillo también. ¿A qué vendrán? ¿Será que... también han sido invitados? No, no lo acepto. Me adelanto a todos, ahora descubro que soy el ángel más veloz también. Subo las escaleras hacia la entrada, pero Miguel está ahí y detiene mi carrera.

–Tienes que esperar, Lucifer. –Me ordena. ¿Quién se cree para ordenar? –Dios me ha dicho que necesita a todos de pie frente al castillo.

Mientras no entren, está bien. Dios me ha pedido acompañarlo y, hasta donde sabe Miguel, yo pertenezco a un coro especial cuya función es esa misma. Bien. Esperaré. En Dios confío (no suena mal).

Retrocedo y bajo los escalones. Me quedo al frente junto a otros ángeles más. Hacía tiempo que no se les veía a todos juntos. Miguel se reúne con nosotros también.

De pronto, una luz rodea el castillo. Es un resplandor divino nunca antes visto. Su brillo celestial ocasiona que todos los ángeles caigan de rodillas, con los ojos llenos de asombro y los brazos abiertos. Sin embargo, yo continúo en pie; aquella luz no ha generado ningún impacto en mí. He visto el cuerpo desnudo de Dios, he probado su carne y besado sus labios. Este resplandor no es nada. Me cruzo de brazos, aguardando el santo mensaje.

–Hoy comenzará La Creación. Han esperado este momento y ahora les comparto las buenas nuevas.

Opuesto a la reacción que hubo el día en que se anunció La Creación, todos los ángeles exclaman con entusiasmo. Parece ser la mejor noticia que han escuchado jamás.

Eres mi templo (Lucifer x Dios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora