Génesis: Capítulo 4

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Han pasado cientos de años, pero por fin lo he conseguido. Había empezado con los engendros de Adán y Eva, Caín y Abel. Llené de celos el corazón de Caín con susurros que confundió con pensamientos. Dios aportó lo suyo también porque, por alguna razón que ignoro, les pide a los humanos le brinden sacrificios; pagos que muestran su adoración. Tiene sus motivos, seguramente los tiene. Quisiera preguntarle. Subir al cielo y charlar con él como en antaño, entre besos y caricias. Pero ese día llegará pronto y le compartiré todas mis dudas.

Cuando Abel murió a manos de su hermano, Dios no hizo más que castigar al asesino. Caín quedó marcado y se fue errante por el mundo. Y eso fue todo. Estaba seguro que un asesinato bastaría para que reconociera Dios que su creación no era buena. Pero les tiene mucha fe. Decide creer en los que aún no se desvían. Pero lo harán; todos al final lo hacen. Así que me propuse a demostrarlo conforme los pueblos de Enoc y el resto que crecieron bajo la descendencia del humano. Y la violencia creció en el corazón de toda carne en la Tierra. Y se multiplicó. Hasta hoy, que el viento suena como la ira de Dios, rememorando una vez más aquél día en que fui desterrado.

Con el pueblo del ser humano tan grande ahora, no sé en qué lugar o con quién Dios aparecerá para reprender primero. Necesito saber su reacción ahora mismo. Siento en el viento que se ha percatado de la violencia humana. Lo siento porque soy parte de él gracias a nuestro amor. Sé que lo ve ahora. Se arrepiente.

¡Su presencia! Ha descendido a la Tierra. Está en algún lugar y lo encontraré.

Muevo los músculos de mi espalda y de ella brotan alas de murciélago. Su apariencia me agradó desde la primera vez que vi a esa asombrosa criatura. Usando mi poder de transformación, conforme pasaron los años aprendí a materializar partes específicas de los animales en mi cuerpo. Así que, con las alas extendidas y mi cuerpo limpio, emprendo el vuelo hacia donde la presencia de mi amor me llama.

Conforme me acerco al lugar, veo a un hombre viejo en el campo. Y Dios aparece frente a él.

Decido esconderme en el cuerpo de un insecto volador, con el cual me acerco a la carreta de madera de ese hombre extraño, estando a la distancia perfecta para escucharlos hablar. Temo por un instante que Dios sienta mi presencia, así como yo siento la suya. Pero no sucede. ¿Será que no puede sentirme más? Su amor por mí no pudo desaparecer, ¿cierto? Es un lazo inquebrantable. Ambos lo sabemos. Fue por eso que usó a su esclavo para desterrarme, porque no tenía el valor de expulsar a su amor lejos de su cercanía.

–Me arrepiento de La creación, Noé. –Dice Dios. Yo siento alegría y satisfacción. Un trabajo de cientos de años ha rendido sus frutos. –Pero tu corazón me ha conmovido. Tú y tu familia merecen la salvación a la devastación que regiré sobre el humano.

¡No! No debe salvarse nadie. ¿No lo ves, amor mío? Todo humano se corrompe. Este tal Noé es igual a todas las demás bestias que se matan día con día. Creaste la palabra de pecado gracias a su inmundo comportamiento. ¡No hay salvación para la humanidad! Si vas a destruir todo, que no haya excepciones. Hazlos polvo por completo, de lo contrario, no harán más que seguir decepcionándote generación tras generación.

Pero no puedo hablarle. Mi intervención podría hacerle cambiar de opinión sobre su arrepentimiento. Pensará que inundé de maldad el corazón de los humanos, cuando en realidad sólo desperté su verdadera naturaleza, mostrándoles que la ley de Dios no lo es todo. No puedo hacer más que seguir escuchando. Dios habla de un diluvio. Inundará el mundo con una lluvia de cuarenta días y cuarenta noches. Le ha encomendado a este tal Noé crear un arca de proporciones gigantescas para resguardar a su familia. ¿Quiere tener otro Adán y Eva con Noé y su esposa? No pensé que Dios pudiera repetirse, sustituir a su creación con una actitud tan desalmada. Renuncia a los humanos y sólo perdona a quienes no han hecho ningún mal, sólo porque no ha visto el adulterio del anciano. Nunca nació el asesino en el hombre con quien Dios habla. Yo he hablado al oído de un sinfín de personas sin importarme sus identidades, más que las marcas sombrías de sus corazones. Y a este hombre lo recuerdo ahora, es aquel al que con suma facilidad convencí de que la ley del matrimonio no tenía sentido alguno. A pesar de su reproducción, tuvo sexo con más de treinta mujeres y con al menos quince hombres, todos en repetidas ocasiones. Hombres y mujeres que morirán bajo las aguas, sólo porque sus pecados fueron más evidentes; algunos ladrones, otros asesinos. Noé sólo ha cometido adulterio y lo oculta del mundo. Con una simple lluvia, todos sus pecados serán ahogados y quedarán en el olvido. Dios peca de tener mucha fe. Confía tanto en lo que sus ojos ven, que no se molesta en sentir el corazón de las personas. Le basta con recibir un simple sacrificio y encontrar de vez en cuando al sujeto haciendo su labor para calificarlo de buena persona. Y no. Dios está ciego por su confianza.

Me alejo volando una vez que Dios regresa al paraíso.

Intenté persuadir a Noé de asesinar por cuenta propia a algunos hombres de su aldea. "De cualquier manera, Dios los ahogará en pocos días" le susurré entre sueños. Pero hizo caso omiso de mi voz. Sentirse elegido por Dios lo volvió sordo a su instinto animal. Por días fue sólo un esclavo más de las órdenes de su creador. Repulsivo.

Los días del diluvio llegaron y disfruté ver a los humanos perecer ante las aguas. Lloré por las criaturas inocentes que no obtuvieron lugar en el arca, tanto las que el cupo de la pareja ya estaba cumplido, como de aquellos que Dios decidió dejar atrás. Lloré por ellos y reí por los humanos.

Cuando las aguas desaparecieron, Noé liberó a los animales y la Tierra sintió la planta del humano una vez más. Y ese día fue triste, porque supe que mi labor debía empezar nuevamente. Ahora tendré que esperar a su descendencia y revelar su lado oscuro, así como lo había hecho antes. Tengo que pensar un mejor plan. Algo que no se base únicamente en el pecado, sino en el deseo de ser como Dios.

Me siento en la cima de una montaña admirando lo nuevo de la Tierra: las estaciones. Pienso en un nuevo plan. Algo que demuestre a Dios que los humanos merecen desaparecer.

De pronto, una voz detrás de mí me arranca de mis pensamientos.

–He escuchado a ángeles hablar de ti. –Me dice esa voz y volteo.

Es una mujer. Está desnuda y tiene una apariencia que me brinda algo de familiaridad.

–¿Has hablado con ángeles? –Pregunto a la humana. Existo con mi apariencia angelical, sin alas ni algún otro rasgo que pudiera diferenciarme entre los humanos. Sin embargo, parece que sabe que no soy uno de ellos.

–Sí. Me encontré con dos ángeles desterrados cuando el diluvio cesó. Cuando las aguas disolvieron la montaña en que Dios me aprisionó.

¿Qué Dios hizo qué? ¿Ángeles desterrados?

–Me contaron que fuiste tú quien le abrió los ojos a la esclavitud de Dios. –Continúa ella. Se acerca y se hinca frente a mí, para que nos veamos de frente. –Yo me rehusé a ser su esclava también. Esclava de él y de su hombre, Adán.

Viéndola con más proximidad, la reconozco, es Eva. Pero tiene algo diferente. El cabello más largo y rojizo, los labios casi transparentes y una mirada que no he visto en ningún humano. Imposible que sea la Eva sumisa que mintió para defender a Adán.

–¿Quién eres? –Pregunto.

–Mi nombre es... –Lo medita por un momento bajando lamirada. Luego vuelve a verme a los ojos. –Lilith.



Eres mi templo (Lucifer x Dios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora