Lo desconozco. Parece que Dios no tolera la idea de haberse equivocado. Primero intentó borrar un error, no desapareciéndolo, sino literalmente enterrarlo en lo profundo de una montaña; Lilith. Si lo que ella dice es verdad, desafió a Dios y él la exilió a la oscuridad total. Después de eso, como yo mismo presencié, al ver que sus dos creaciones le desobedecieron igual, sólo las castigó con la confianza de que aprenderían de sus errores, pero dieron luz a un mundo que se autodestruía; y entonces, el diluvio. Ahogó a los malditos humanos, pero cedió su confianza en una familia liderada por un adultero. Dios se equivoca, y mucho.
Lilith me mostró la montaña en la que fue enterrada. El agua que inundó al mundo la disolvió, liberándola. De pie, frente a los escombros de aquél monte, pienso en la idea para seguir revelándole a Dios que su creación debe ser borrada permanentemente. Utilizo a Lilith para ello. Ella será la cómplice de la humanidad en un intento por construir una torre hasta el cielo. Este plan debe funcionar. Pero tomará tiempo. Para que la Tierra vuelva a poblarse y que se organicen para construir la torre. Confío en que Dios abrirá los ojos. Tiene que hacerlo.
No confío en aquella primera Eva, nombre que al parecer le pertenecía antes de que Dios la renombrara en su exilio. Pero es esa parte la que me hace creerle. Yo también fui renombrado por Dios como Satanás. Nadie más que Miguel lo sabe. Ningún humano tiene esa información. Además, los otros ángeles desterrados siguen dirigiéndose a mí como Lucifer. Ellos también llegaron conmigo. Cada día llegan más; parte del ejército formado de un tercio de todos los ángeles del reino de los cielos. Buscan refugio en mí, al igual que la mujer. Buscan que les dé un reino donde puedan ejercer su libertad. Yo les regalé la Tierra. Les encomendé seducir a cada hombre y mujer; que los empujaran a sus deseos más salvajes para que se destruyeran, pero, sin dejar de lado la misión principal de la torre. Ese objetivo en común los debe unir, mientras se apuñalan por la espalda.
La torre ahora se ha erguido. Los humanos han cooperado para levantar la torre. Es cuestión de tiempo. Dios bajará y los borrará de una vez por todas.
Yo observo desde una montaña cada día, esperando que el cielo se ilumino y Dios descienda arrepentido. Aquí estoy ahora, como cada mañana, tarde y noche. Entonces escucho unos pasos descalzos detrás de mí. Doy media vuelta y veo a Lilith llegar con un cuenco de madera lleno de fruta. En silencio, me lo ofrece extendiendo los brazos. Detesto que estemos a la misma altura. No se arrodilla ante el ángel que soy, su salvador. De no ser por mí, el diluvio no habría sucedido y no hubiese sido liberada. Me debe su presencia y, sin embargo, no se arrodilla. Tampoco es tan osada como para creerse superior a mí, pero, ¿iguales? No. No somos ni seremos nunca iguales. Incluso si es una anciana que ha dedicado su vida a seguir mis órdenes de convencer a los humanos. La ciudad que construye la torre, la consideran una anciana sabia. Su sabiduría sólo proviene de la repetición de mis palabras. Podría estar allá abajo, disfrutando de cuerpos jóvenes que los otros ángeles seducirían para que satisfagan sus deseos carnales. Pero decide pasarlos juntos los demás desterrados.
–¿Por qué sigues viniendo? –Le pregunto.
Ella, al ver que no tomo el cuenco con fruta, lo deja en el suelo. Se levanta tambaleante por su vejez, y dice:
–No pertenezco a La creación. Fui desterrada igual que tú y los demás.
–Nunca serás como yo.
–Lo sé.
–Ni siquiera como los otros ángeles, que ya de por sí son inferiores a mí.
–Soy consciente. –En su rostro se dibuja media sonrisa. –No pertenezco ni al cielo, ni a la Tierra; tampoco a los que los de mente más difícil de corromper llaman demonios. Soy Lilith. Sólo eso. Y como existo y, al mismo tiempo no existo, no me arrodillo ante nadie, ni soy superior a una hormiga.
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Eres mi templo (Lucifer x Dios)
FanficEs tiempo de contar mi versión. Esta es la verdad de cómo fui desterrado de los cielos por Dios, luego de mostrarle aquello que después castigaría con pudor, negando por toda la eternidad que nuestro amor fue más allá de lo espiritual.