Descargo de responsabilidad: No soy dueño de Naruto
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Capítulo 10
acía tiempo que no se le asignaba una misión legítima, pero Shizune siempre sintió que era su responsabilidad -y un privilegio- vigilar a su mentora. Aunque Tsunade-sama decidiera algo... Shizune sabía que no podía dejar que el mineral del Primero pasara de manos de Tsunade-sama a nadie, y menos a un muchacho, un muchacho impulsado por la pasión en lugar de por el sentido común, inexperto y sin experiencia.Ella había visto de primera mano la devastación de la determinación del muchacho. Había puesto todo su empeño en ganar la apuesta; no por el mineral, sino por su orgullo. El orgullo de un chico no era algo con lo que se pudiera jugar. Aunque Tsunade-sama estuviera segura de que era una apuesta fácil de ganar y dudara de sus capacidades, Shizune se negaba a correr ese riesgo. Era su vida la que estaba en peligro, no sólo su orgullo. Ella -y sobre todo Tsunade-sama- sería incapaz de perdonar otra tragedia provocada por aquella simple joya.
El chico había dado por terminada la noche; sus manos estaban muertas, raspadas, golpeadas y quemadas, y sus brazos cargados con la tarea de soportar la carga. Sus piernas funcionaban. Podía caminar hasta la habitación en la que se alojaban él y Jiraiya-sama. Pero sería una noche solitaria para él, ya que los apetitos de Jiraiya-sama eran tan legendarios como la adicción al juego de Tsunade-sama.
Shizune no era de las que bebían, y sin embargo estaba allí, en su propia habitación, sola, con la única compañía de una botella de sake -Tonton había estado en la otra habitación, en la cama, desde antes de que Shizune llegara de espiar a Naruto-. El platillo que había llenado estaba intacto. No se atrevió a bajárselo. Se limitó a meditar sobre su presencia, y la superficie transparente sólo se movía a la luz de la luna cuando entraba una brisa. Podría bebérsela. Se lo había dicho más de una vez, y una voz en el fondo de su cabeza casi había conseguido convencerla de que beberse toda la botella la haría sentirse mejor. Pero el alcohol sólo la saciaría mientras fuera su esclava.
Uzumaki Naruto, ¿eh?
Shizune acarició el borde del platillo lleno mientras contemplaba al nuevo pupilo de Jiraiya-sama. Tenía sus propias razones, según había oído decir a Tsunade-sama; razones para criar mocosos indefensos y desesperados. "Y fracasa cada vez", había reflexionado Tsunade con un eructo y un golpe de la botella de sake vaciada. Sin duda, su mente vagaba por sus propios fracasos y pérdidas, pero la bebida la mantenía en dichosa esclavitud.
Ella lo había dicho, pero Shizune tenía sus propios pensamientos sobre el chico. Podía parecer descarado, tal vez incluso un poco testarudo y obstinado, pero había algo inconfundible, genuino e inspirador en sus brillantes ojos azules, algo que no debería apagarse por una cosa tan miserable como un mineral maldito.
Puso su cara más severa y resuelta, golpeó la mesa con las manos y rechazó el sake. "¡Tengo que hacer algo al respecto!", dijo sin vacilar. Se puso en pie, pivotó y se dirigió directamente hacia la salida. Detrás, dejó a un cerdito que acababa de salir de la habitación para ver qué era aquel alboroto.
Tonton ladeó la cabeza. "¿Bui?"
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"¡Ay! Ay..." Naruto sintió que su agotado cuerpo crujía y rechinaba cuando por fin se relajó. Ahora que su adrenalina había disminuido, la fatiga le hacía doler todo el cuerpo; especialmente las manos. Aparte del calor del chakra activo y arremolinado, cuando su pseudo-Rasengan chocaba contra árboles o rocas, el retroceso de los guijarros o las astillas le martilleaba la mano. Había dejado de culpar al viejo Sapo Ermitaño por no estar allí para darle indicaciones. Ero-Sennin estaba fuera de la ecuación ahora; ¡esto era entre Naruto y aquella anciana disfrazada de tetona noqueadora! Si quería faltar al respeto al nombre de Hokage, ¡no encontraría mejor oponente que Uzumaki Naruto!