CARTA #2: UN TRISTE CORAZÓN SIN ALAS

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"Querida Ada...

Hoy desperté y me desesperé, había creído que todo lo que pasó fue un sueño y me asusté demasiado, pero me sobresalté aún más cuando entendí que no se trataba de un sueño, si no que se trataba de una dura realidad..."

Ian despertó en la penumbra de su habitación, los rayos de sol estaban apenas filtrándose a través de las cortinas. El reloj en la mesita marcaba las 7:00 a.m., pero el mundo de Ian estaba sumido en una oscuridad irreversible. La ceguera había robado sus ojos, dejándolo con la memoria de colores y formas que se desvanecían lentamente.

Ada, solía ser su guía, su luz en este mundo sin imágenes. Pero esta mañana, la cama estaba vacía. Ian extendió la mano hacia el otro lado buscando el calor de su cuerpo, pero solo encontró sábanas frías. El corazón de Ian comenzó a latir más rápido ¿Dónde estaba Ada?

"...Todo es oscuridad. Una espesa oscuridad a la que no estoy acostumbrado. Abrí mis ojos y no podía ver. Fue en ese momento cuando grité tu nombre. En ese instante te necesitaba y luego de tanto llamarte me di cuenta de que no estabas..."

Se levantó con cuidado y sus pies descalzos tocaron el suelo de madera. Cada paso era un acto de fe, confiando en su memoria y en la disposición de los muebles. Palpó las paredes buscando la puerta de la habitación. La casa estaba en silencio, solo el suave zumbido de la nevera rompía el vacío.

Ian avanzó por el pasillo, sus dedos rozando las fotografías enmarcadas en la pared. Ada sonreía en todas ellas, su cabello oscuro y sus ojos brillantes ¿Dónde estás, Ada? Se preguntó una y otra vez. La casa parecía más grande sin ella.

Llegó a la sala de estar y exploró cada rincón, sus manos recorriendo los cojines del sofá, la mesa de centro y los libros en la estantería. Nada. Ada no estaba allí. Se sentó un rato a esperar paciente a que Ada regrese, pero eso no sucedió. Las horas pasaron y la desesperación se apoderó de él, como un nudo en la garganta que no podía deshacer.

Regresó a su habitación, sintiendo el frío del teléfono en la mesita de noche. Marcó el número de Ada, sus dedos temblando. Pero no hubo respuesta. Solo el tono de llamada que se prolongaba en el vacío. El reloj en la mesita de noche marcaba las 20:00 p.m.

"...Luego de buscarte por la casa logré tranquilizarme y a los tanteos pude ubicar mi celular. Intenté llamarte, pero me saltaba la contestadora. Con un poco de memoria y con torpeza pude marcar el número de mi hermano. Él no dudó ni un segundo y en menos de lo pensado tocó a la puerta. Cuando conseguí llegar al picaporte, le abrí y no tardé en preguntarle sobre ti..."

Ian marcó casi de memoria el número de su hermano, Mateo. La voz de Mateo sonó al otro lado de la línea, preocupado y sorprendido. Ian explicó la situación, su voz quebrándose. Mateo prometió ir en su búsqueda, y Ian colgó el teléfono, sintiéndose más solo que nunca.

La casa parecía un laberinto sin Ada, y Ian se aferró a la esperanza de que Mateo la encontraría. Pero en ese momento, en la quietud de la habitación, Ian sintió la ausencia de la luz, la oscuridad que lo rodeaba. Por primera vez desde que quedó ciego, se enfrentaba al mundo sin su compañera.

El timbre de la puerta sacó a Ian de su trance. Avanzó a los tanteos hasta la entrada, reconociendo los pasos familiares de su hermano Mateo al otro lado.

—¡Ian! —exclamó Mateo, manteniendo distancia.

Ian se aferró a él, sintiéndose pequeño e indefenso sin Ada. Las palabras luchaban por salir de su garganta.

—Mateo... Ada no está. No sé dónde fue —su voz se quebró—. Desperté y ella había desaparecido.

Mateo guio a Ian hasta el sofá, frotando su espalda en círculos.

Olvidado Corazón ⒸDonde viven las historias. Descúbrelo ahora