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"El tiempo nos ha vaciado de fulgor. Pero la oscuridad sigue poblada de luciérnaga."

(Gioconda Belli)

Abril 2020.

Hoy se cumplía un mes, desde que todo el mundo se paralizó. Un mes desde que la oscuridad nos abrazó.
Para muchos esto era un descanso de sus agitadas vidas, pero para otros, era un infierno.

Todo este tiempo que llevamos encerrados, mi familia se estaba destruyendo. Algunos días llegábamos a sacar lo peor de nuestro ser, las peleas eran cada vez más constantes, los gritos no cesaban, el llanto en mis ojos tampoco. Pero aun así fingía estar bien y no permití que vieran que me estaba desmoronando.

Pero, ¿Quién iba hacer la luz que yo necesito?, estar en esta etapa de mi vida qué muchos lo suelen contar como lo más bonito que les paso, yo lo estoy viviendo como lo más feo.

- Lea. – Escuche la voz de mi padre a lo lejos. - Lea. – Esta vez se escuchó más cerca.

- Mmm. - Fue lo único que dije.

- No te vuelvo hablar, si llegas tarde a la toma de lista no me digas nada. – Dijo mientras salía de mi habitación.

Al abrir mis ojos tarde unos segundos para acostumbrarme a la luz. Mi vista fue directo a la ventana al lado de mi cama en cuál se podía apreciar un hermoso amanecer. Estire un poco mi cuerpo mientras me levantaba. Camine hasta el pequeño clóset que tenía al otro lado de mi habitación. Tardé un par de minutos en escoger lo que me iba a poner. Básicamente eran unos pantalones de algodón color gris y una sudadera del mismo color.

Al llegar a la sala mi padre me estaba esperando de mal humor.

- Cinco minutos. – Mi padre señalo su reloj.

- Aún tengo tiempo. – Mi padre me hizo mala cara.

- Yo no te he enseñado a llegar tarde a ningún lado.

- Ya voy a entrar. – Mi padre asintió para después regresar a su habitación.

Básicamente de eso constaba mi rutina. Por las mañanas tomar clases online. Mientras que, por las tardes hacia mis tareas, si tenía tiempo libre me ponía a leer o ver alguna serie coreana.

Semanas después.

Por fin volvería a salir con Liz, desde que nos habían encerrado en nuestras casas no he vuelto a verla.

A decir verdad, Liz era una chica muy atractiva y extrovertida, yo también me consideraba extrovertida. Sin embargo, al estar junto a ella pasaba a ser una chica completamente introvertida.

Automáticamente pasaba a ser la callada mientras que ella era la loca, con la que todos querían tener una amistad. Y claro que la mayoría nos comparaban diciendo que mientras ella era todo rebeldía, yo era todo perfección. Notas perfectas. La alumna ejemplar. Sin embargo, era toda una máscara que había tenido que hacer durante todo este encierro.

Pero no solo en eso nos comparaban, también en el físico, mientras que ella era de complexión media, la mía era delgada. Ella era la alta y yo la bajita. Siempre se mostraba con una personalidad muy dulce y amable. Mientras la mía era fría y cero cariñosa, pero lo cierto es que solo era una máscara que había creado durante todos estos años. Muchos no dejaban pasar de alto el gran atractivo de Liz.

Yo me considero una persona atractiva, tenía una cara redonda pequeña, tez blanca, melena alaciada color castaño oscuro. Tenía mis ojos ligeramente rasgados los cuales eran de color claro. Mi nariz y frente eran de tamaño pequeña. Mis mejillas siempre tenían un ligero toque de rosado, y una cicatriz del lado derecho, aunque casi no se notará. Mis labios estaban un poco carnosos.

Mi LuciérnagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora