—Fue una buena idea —mencionó Hector —, nunca habíamos hecho algo así. Me dio gusto que lo dijeras.
—Sí—respondió confusa.
—Estaba preocupado.—Ella se giró a él curiosa — Ultimamente, siempre que intento algo te apartas. Pensé que ya no te gustaba —el peso de la culpa la hizo agachar la cabeza —. Pero organizaste algo así. ¿Estabas preocupada tambien? —le preguntó viendola a los ojos.
Sofía posó su mano sobre el pecho de Hector y lo acaricio haciendo circulos con los dedos sobre los bellos que le salían.
—Tal vez todas las parejas se gastan con el tiempo y necesitan hacer este tipo de juegos para... renovarse.
—Si quieres hacer cualquier cosa, solo tienes que decirlo. Yo estoy abierto a sugerencias.
—¿Por ejemplo? —preguntó pues había leído una indirecta en el tono de su voz.
—Pues... —contestó dudoso—, podríamos usar disfraces.
—¿Disfraces?
—Bueno, hoy te pusiste las orejas de gato. También puedes usar algo de enfermera, yo podría usar algo de policía—la vio ansioso como esperando oír su opinión.
Sabrá quien desde cuando, Hector tenía ese tipo de ideas, pero le daba vergüenza decirlo. Ahora era más fácil porque creía que ella había sido la primera en exponer sus fantasías.
—¿Qué tal si compramos juguetes? —propuso juguetona —Leí en internet de un vibrador que operas desde lejos con tu celular, tú podrías encenderlo cuando ya vengas a casa y yo te estaría ya lista para... el juego... cuerpo a cuerpo.
Hector hundió la cara en risas, quizá por la emoción, quizá por el bochorno.
—Te amo—le repitió besándola en la frente.
Sofía se sintió de alguna manera, plena.
El saber que en realidad si seguía despertando la pasión de su esposo le brindaba de una seguridad etérea.
"Incluso si tuviese una amante, él me eligiriá a mí" se dijo con absoluta seguridad, sin embargo, una vez más, se cohíbio en sus dudas, pues prefirió disfrutar ese momento hundiéndose en el pecho de su marido, escuchando el latir del corazón que sentía de nuevo suyo, siendo rodeada por aquellos brazos en de los que ya no quería desconfiar.
No obstante, la siguiente mañana se compró un labial rojo, se puso uno de esos vestidos de escote pronunciado que aún le quedaba bien y se calzó los tacones altos para ir a imponer su presencia en el trabajo de Hector.
En la recepción se encontró con Leticia.
—Hola —la saludo altiva.
—Hola, señora Sofía —le respondió Leticia Alegre—. Que guapa—agregó sugerente.
—¿Le puedes hablar a mi marido? —preguntó en un tono condescendiente.
—El señor Beltran no ha llegado.
—¿Cómo que no? —Sofía sintió un ligero retortijón en el estómago ante la idea de que quizás no era Leticia pero, bien podía estar con otra, no obstante, su conciencia le indicó su paranoia pues, también era posible que aun no terminase de dejar a los niños en la escuela.
—No. Pero no se preocupe, no ha de tardar.
—¿Te cortaste el cabello? —notó entonces el fleco ancho que se había hecho Leticia.
—Sí—su lechosas mejillas adquirieron el rojo que le daba también la exposición al sol—, ¿se ve bien?
—Claro.
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Lápiz rojo
RomanceLos restos de un labial que no le pertenece, entre las ropas de su esposo, harán a Sofía replantearse la situación actual de su matrimonio, así como todas y cada una de las crisis que lo llevaron hasta ese punto. ¿Será que el amor perece con el tiem...