VI. El Planeta Rojo

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El fuego es muy especial para nuestro Planeta, no solo por el agradable calor que nos brinda en invierno —donde tenemos que soportar temperaturas que oscilan entre los -65 °C a -87 °C—; sino porque, durante siglos, se ha utilizado en rituales espirituales para quemar miedos, problemas, secretos y maldiciones.

Hace 10 años, en los tiempos de esclavitud, se quemaban esclavos como sacrificio, o porque ya no podían ser eficientes en su trabajo y solo estorbaban. Fue un período oscuro, y si me lo preguntan, siendo hijo de un ex-esclavo, no estoy orgulloso de esa parte de la historia de mi Planeta, pero así fueron las cosas e intentar borrar lo que pasó, no quita que haya sido así en su momento. También es tradición que los guerreros quemen un poco de su sangre antes de salir al campo de batalla ya que eso los llenará de euforia, energía, adrenalina y valentía, o eso es lo que dicen. Y se respeta mucho dicha tradición, se respetan mucho todas las tradiciones, que al igual que los vínculos, son muy importantes para nuestra civilización.

Nunca sabremos con exactitud el por qué se le atribuye tanta importancia al fuego, algunos dicen que de debe a su color, que es el mismo de nuestro planeta: Marte. Pero hay algo que sí me gustaría saber. El fuego, un ícono distintivo de nuestra cultura, un símbolo representativo de nuestro legado... ¿Debería usarse para hacer tanto daño? ¿Se supone que deberían quemarse sueños, sentimientos y hasta...?

—Adeos, si el capitán te encuentra dormido en medio una guardia de nuevo, va a acabar contigo —dice Alein, dándome palmaditas en la cara.

—¡Ay, dios! —digo apartándola cuando me despierto— Esta es la quinta vez en dos semanas que me toca hacer guardia ¡Es inhumano! —me quejo, frotando mis ojos.

Para un soldado de este país —de este Planeta en realidad— casi nunca hay descanso. Siempre hay algo que hacer: desde las misiones más peligrosas, viajando por todos los rincones del espacio en busca de invasores; a una simple guardia nocturna-matutina en puntos estratégicos del palacio u otro lugar monárquico o militar que requiera vigilancia.

—Pobrecillo —Alein dramatiza simpatía en su tono de voz mientras me acaricia la cabeza— ¡Pues a mí me ha tocado ocho veces! Con la de mañana, serán nueve ¿Y ves que me quejo?

Si hubiera sabido que ascender de rango militar solo aumentaría mis responsabilidades y reduciría mis días de descanso: me hubiera quedado con mi antiguo puesto.

—Entonces, ¿no deberías de estar aprovechando tus escasas horas de sueño en lugar de interrumpir las mías? —le reprocho.

—Sabes que no es tu hora de dormir, cariño —se burla Alein.

—Sabes que ese no es tu problema, cariño. ¡Cómo me fastidias a veces!

—¿En serio? Lástima que pienses así, justo venía a contarte las novedades sobre Meleas pero...

—¡Dios! ¡Es hoy! Lo olvidé por completo —grito sorprendido, sin permitir que Alein termine de hablar.

—¿Lo olvidaste? ¿O prefieres ignorarlo? —cuestiona Alein, preocupada.

—Yo simplemente lo olvidé. No quería pensar en eso.

—Y ahora que ese día ya está aquí ¿Cómo te sientes? —pregunta con cautela.

—Es más de lo que puedo soportar —confieso con una sonrisa pero sin poder contener las lágrimas que escapan de mis ojos.

Paths of Love and Freedom [RELATOS CORTOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora