VII. El mundo de Lief II

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Lief había pasado dos milenios observando a los humanos. Creía saber y entender todo sobre ellos. Ahora que no solo los observaba, sino que era un humano, se dio cuenta de lo equivocado que estaba.

¿Cómo logró adaptarse a su nuevo cuerpo? Eso se resume en una larga y vergonzosa historia que Lief prefería no compartir. ¿Había valido la pena acostumbrarse? Por supuesto. ¿Se arrepentía de su decisión? Para nada. Si se hubiera quedado como feudasio, ni siquiera sería capaz percibir lo que disfrutaba a plenitud siendo humano.

Por ejemplo, los feudasios podían oír y ver, pero su sentido del tacto era menos sensible y perceptivo con respecto al de los humanos. Además, como humano, gozaba de cinco sentidos, en lugar de tres. La vida de Lief era invadida por  sabores y olores que eran nuevos a la par de agradables, y el aroma preferido de Lief, por muy cursi que sonara: era el de Rail.

Antes Lief no necesitaba comer, ni respirar, y su cuerpo de feudasio no realizaba funciones vegetativas en general; ahora dichas funciones eran lo básico para su supervivencia, por lo que deberían representar debilidades o inconvenientes para él. Sin embargo,  Lief consideraba cada cosa que hacía un nuevo descubrimiento, y recibía cada aprendizaje con exagerado entusiasmo.

A Rail le resultaba adorable la manera en la que Lief trataba de comprender absolutamente todo y le buscaba un por qué a cada cosa que pasaba, igual a un niño pequeño. Y para Lief, lo mejor de su transformación era que, gracias a eso,  tenía la posibilidad de estar con Rail. Aunque no todo era color de rosa.

—¿De verdad crees que se trata de ellos? —le preguntó Rail, que acomodaba su vestimenta frente al espejo.

—¿Quién más podría ser? Siento que son advertencias. Al parecer los Espíritus de Saeregán se alarman cada vez que se llevan a cabo rituales similares a los que yo me sometí. Pese a las arduas investigaciones que se han hecho los resultados en algunos casos pueden ser inesperados. Y de por sí, no se sabe mucho sobre mi especie. Digo... de los feudasios. Por eso me mantienen vigilado —le respondió Lief, que no parecía tener intenciones de levantarse de la cama, y se acurrucaba más entre las sábanas.

Los Espíritus de Saeregán estaban un poco alterados después del ritual de Lief, les estresaban las situaciones que no podían controlar o que no dependían de ellos. Pero sus preocupaciones no tenían ningún fundamento para Rail ¿Qué había de peligroso en Lief? Los mayores defectos del chico eran su curiosidad, que no soportaba levantarse temprano y que era un poco vago para trabajar, pero esto último se debía a que nunca en su vida había necesitado hacerlo, y Lief se estaba esforzando por mejorar en ese sentido.

Aunque el defecto de Lief que sacaba a Rail de sus casillas y con el que más le costaba convivir no era ninguno de los anteriores, sino que: Lief era desordenado a muerte. Así que, fuera de la increíble capacidad de Lief para dejarlo todo patas arriba en menos de veinte minutos: el chico era totalmente inofensivo. Los Espíritus de Saeregán necesitaban relajarse y tomar unas vacaciones para no inventar tantas paranoias.

—¿Qué hora es? —custionó Lief medio dormido, con la cabeza aterrada entre las almohadas.

—Es hora de levantarte si vas a ayudarme con la tienda como prometiste —le reprochó Rail en el oído a Lief para luego depositar un beso sobre su cabeza y acariciar sus cabellos.

Lief se removió un poco, complacido con los mimos de Rail. Si había algo que le encantaba a Lief, era que Rail jugara con su cabello, le hacía sentir más ligero y un calor familiar se instalaba en su pecho.

—¿Por qué la vida de los humanos comienza tan temprano en la mañana? No hay nada como una quedarse todo el día en una cama calientita —se queja Lief mientras que a regañadientes sale de la cama.

Paths of Love and Freedom [RELATOS CORTOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora