Darius I

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«El cielo le sonreía, cerúleo y despejado, con la luz del sol en completo esplendor acariciando su rostro. Casi era suficiente para aliviar el intenso dolor que se extendía por toda su espalda, había caído quizá cuatro metros desde el alfeizar cuando intentaba trepar hacia el techo.

Suspiró. Algunas aves aparecieron y desaparecieron rápidamente de su campo visual. No sentía deseo alguno de moverse pero igualmente acarició con sus dedos el césped bajo su cuerpo, estaba seco y tibio, reconfortante. 

―¿Te duele? ―escuchó una suave voz pero no vio a su portadora.

―Si. ―afirmó―. Me quedaré aquí por un rato, hermanita

―Entonces me quedo contigo. ―Anna se dejó caer a su lado y le tomó la mano con cuidado, sus delgados dedos eran cálidos y delicados, en su agarre se sentía el afecto que le tenía.»

Darius cerró los ojos, doblegándose ante la melancolía que traía la memoria de aquel verano, Anna había sido el ultimo ser que lo había hecho amar y aquella fue la ultima vez en la que él se sintió amado.

Desde el día que ella murió todos los colores se habían desvanecido, no había luz ni calor que pudiesen tocar su alma o su corazón.

«Pero ella no murió, la mataron. Tendría cuatrocientos treinta años.» Pensó. Pensó en como ella disfrutaría el ligero movimiento del carruaje y el sonido de los cascos de los caballos golpeando la piedra de los caminos, habría disfrutado incluso del frío y del cielo cenizo que iban dejando atrás. Ella encontraba placer en las cosas más simples e infortunadamente se le había arrancado la posibilidad de experimentar las más complejas como el amor, la paz y la plenitud pues le habían quitado la vida con sólo catorce años. 

No había sido la única pérdida que había sufrido debido a la guerra pero era la que más le pesaba, incluso más que la de su propia madre o la de los cientos de ángeles que habían muerto en aquel conflicto, ellos habían tenido posibilidad de protegerse, pero Anna, sin edad, fuerza ni conocimiento de como usar su poder, había sido un objetivo rápido y fácil.

No sólo le habían quitado la vida, no sólo la habían cortado en pedazos, antes tuvo que sufrir vejaciones que no se atrevía a pensar siquiera.

Se preguntaba el motivo de que él pudiese sobrevivir, a menudo maldecía al cielo y al dios que en el habitaba, si es que existía, ¿cómo él había sobrevivido y habían muerto inocentes?.

¿Cómo los mortales habían podido asesinar ángeles y a su descendencia celestial?.

Cythara se lo había contado; cuando los ángeles bajaron al mundo no tenían ningún concepto del mal, en el plano celestial sólo existía la luz y la gracia perpetua. Conceptos como el frío, el dolor, la agitación y el miedo eran conocidos pero incomprensibles y en la tierra todo había sido en un inicio una aventura nueva, incluso los mortales habían sido amigos, compañeros e incluso amantes. Sin embargo aquello no había estado destinado a perdurar, cuando la semillas de los ángeles y los mortales comenzaron a nacer, estos últimos temieron de su poder y los primeros conflictos comenzaron a surgir.

Veneno para ángelesWhere stories live. Discover now