Habría consecuencias, estaba segura de ello.
Máté no poseía título pero si algo de fortuna y simpatía entre algunos de los vasallos de Darius. La noticia del conde de Astarov cortando lenguas por mínimas ofensas e imponiendo multas impagables se regaría con velocidad, habría descontento si no lo había ya.
Perra extranjera. No era lo peor que había escuchado, tenía claro que con esa lengua su esposo mandaba un mensaje fuerte y claro: yo mando.
No la forma más eficiente, ni la mejor. Hay una cantidad limitada de sucesos antes de que el miedo se convierta en hartazgo.
Su esposo, recostado en su cama se veía cansado, no era el mejor momento para comentar con él sus inquietudes.Lo abrazó desde la espalda y se acomodó detrás de él. Darius le tomó la mano y la apretó un poco. Se preguntó si acaso querría retomar lo que hacían antes de ser interrumpidos.
—Dime, Yì Rén —dijo él—. No te moviste ni un centímetro al ver la lengua, ni un gesto, ¿qué tanta monstruosidad haz visto?
—Yo no nací en la cuna de un palacio, ni en la de una familia acomodada —contestó—. Crecí en un orfanato y sólo tuve suerte de aparecer en el camino de Jelisabeta Aljeric y su maternidad frustrada pero en las calles vi mucha brutalidad, así que una lengua no me asusta.
Yì Rén acarició el cabello de su esposo, siempre le había gustado, era abundante, oscuro y liso. También suave, le alegraba que a su esposo le gustara la limpieza y los aromas herbales, era agradable estar cerca de él.
—Aún consigues sorprenderme —dijo él, moviéndose y girandose para verla a la cara.
Su pescador era más bello pero no le desagradaba el hombre que miraba. Lo que más le gustaba eran sus ojos, de un café tan oscuro que podrían parecer negros aún en la luz. Sin pensarlo demasiado se acercó a su rostro y besó sus labios con suavidad.
Él fue recíproco, la tomó por la cintura y prolongó el besó, más la pasión de horas atrás se había desvanecido, sólo quedaba el cansancio y el posible afecto que se tenían.Cuando se separaron él se acomodó boca arriba y ella se acurrucó a su lado. Nunca habían estado así, habían compartido el lecho y la habitación, pero nunca sus brazos.
—¿Qué piensas de tener hijos, Yì Rén?
No estaba segura. Se suponía que ese era su propósito e igualmente no le hacía sentido, criar niños era una labor dura e ingrata para las nodrizas, cansada para las sirvientas y extraña para las madres. No le parecía que fuese para ella.
—No lo sé, mi señor —respondió en voz baja, aún sabiendo que para él era importante tener descendencia.
La preservación de una raza dependía de la reproducción de la misma.
—¿No deseas tenerlos? —La cuestionó, su tono no era demandante.
—Me da miedo —afirmó—. Ni siquiera sé si podría dárselos, mis sangrados son irregulares y muy abundantes, mis médicos en Tang dijeron que no sería buena para llevar hijos.
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Veneno para ángeles
RomanceDarius nació mitad ángel, mitad mortal. Es lo que él y los suyos nombran como un celestial. Él ve a su raza y su poder al borde del colapso y está dispuesto a todo para salvarlos de la extinción y del exterminio. Ha trazado un elaborado plan para b...