Todo para la boda estaba preparado.
La abadía de Astarov era preciosa, pequeña e íntima, con cuatro filas de bancos de madera tallada y algunos frescos en el techo.La religión le era incomprensible. ¿Cómo los mortales pretendían adorar a un ser todopoderoso y haber exterminado a los seres pruebas vivientes de su existencia?.
Para él la religión era la muerte de la paz.
Yì Rén se había bautizado en aquella misma abadía pero más allá de aquel evento no parecía sentir ninguna inclinación o devoción por algo más que sí misma.
Decir que a Cythara no le había gustado su prometida era poco, la había encontrado vana y vacía. Lant, más bien voraz.
Y Mirae, siempre ávida de mantener neutralidad entre sus hermanas angeles se había negado a emitir una opinión de la joven.Por su parte, su futura esposa se había abstenido de mostrar su favor o desagrado, distante con todos y grosera con nadie, ni con la servidumbre que había desgarrado un vestido de fina seda. Miraba el que sería su nuevo hogar sin miedo o maravilla, sólo extrañeza, como un gato liberado en un nuevo escenario, como una serpiente deslizándose en hierba fresca. ¿Era eso instinto?
Comía mucho, por dos personas o hasta por tres pero no parecía inusual, la condesa y su hija compartían el mismo apetito, las últimas favorecían lo dulce y horneado, Yì Rén lo especiado e intenso, las carnes con poca cocción y las lampreas crudas. Se dijo que tenía que mantener al menos eso en su castillo, no deseaba que su esposa extrañara demasiado las cosas provenientes del océano, la comida sería de los pocos placeres que le podía proporcionar.
Para la boda faltaban unas cuantas horas y se encontró sintiendo una ligera animación, la compañía le complacía y no se había equivocado, había potencial. Devoraba los pergaminos y era hábil con las lenguas, dominando cuatro de ellas, la lengua de su nacimiento, la de su tía, la de él y el latín, su conversación era en su mayoría agradable e ingeniosa, directa y en ocasiones incluso afilada y cruda.
—No pareces un hombre feliz —dijo Cythara tras de él.
—No la enviaré de vuelta, voy a hacerla mi esposa —contestó—. Me gusta y me agrada, podría poner miles de hijos en su vientre, ¿no haz sido tu quien insistió en que eligiera algo de belleza y encanto?
Escuchó a Cythara avanzar hasta él y pararse a su lado en la entrada de la abadía.
—Tu madre querría que buscaras felicidad.
—Mi felicidad vendrá cuando el mundo esté lleno de celestiales y seamos libres —contestó—. Cuando a nuestros niños podamos decirles que la tierra es segura.
Jamás.
—¿No somos acaso libres? —preguntó ella—. Nada nos aprisiona.
—Nuestra naturaleza y la de ellos —Le recordó—. Nos vemos como ellos pero cuando descubren que no somos iguales, surge la violencia y hemos fallado en estar listos para ella.
YOU ARE READING
Veneno para ángeles
RomantikDarius nació mitad ángel, mitad mortal. Es lo que él y los suyos nombran como un celestial. Él ve a su raza y su poder al borde del colapso y está dispuesto a todo para salvarlos de la extinción y del exterminio. Ha trazado un elaborado plan para b...