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Tres golpecitos en el vidrio sin suficientes para que abra la ventana. El rubio lleva el pantalón del pijama y una camiseta sencilla por lo que asumo que se acaba de cambiar.

—¿No podías dormir?

—Entre otras cosas.

No entro a su habitación, en su lugar ambos salimos al balcón en donde la brisa nocturna nos acoge. Es más tranquilo, más libre. Me siento en el suelo y Finnick me imita.

—No lo dije en la cena pero a mí también me propusieron una alianza, fue el chico del Doce.

—¿Y que le dijiste?

—Aún nada, te quería preguntar a ti primero.

Sus cejas se levantan y suelta una carcajada, lo empujo y solo consigo que ría más fuerte.

—Me halagas—dice sosteniéndose el estómago para controlar la risa.

Ruedo los ojos.

—Pobre de mí con este mentor—me quejo de forma dramática como si él no estuviera justo al lado.

La risa es reemplazada ahora por una amplia sonrisa que lo hace brillar.

—¿Y bien?—espero con poca paciencia.

—No puedo prohibirte que la aceptes pero si te diré que tengas cuidado, las alianzas no son permanentes y por lo tanto no son confiables al cien por ciento, ¿Tu querías una alianza?

—No en un principio pero después de pensarlo creo que podría funcionar—me encojo de hombros.

—Aún así mantente alerta—asiento.

—Lo estaré.

—¿Algo más que deba saber?—pregunta con cuidado después de un largo silencio.

Me humedezco los labios. Creo que se lo contaré, es mí amigo y confío en él, además de que necesito hablarlo con alguien.

—En el entrenamiento—comienzo buscando la forma más precisa de describir todo—me fue bien...

—Eso es bueno—sonríe.

—No, hablo de que me fue demasiado bien—veo una pequeña arruga en su frente cuando su expresión cambia a una confundida—de una manera que no me explico. Domino las armas y no solo las domino sino que cuando las tomo es como si fueran una extensión de mi cuerpo, casi no tuve que esforzarme para conseguir una puntería perfecta en cada tiro, no importa si fuera con cuchillos, lanzas o cualquier otra arma de filo, lo que menos me va son las flechas y aún así tuve unos tiros decentes.

—¿Que?—su asombro es casi proporcional al mío al momento de vivir lo que ahora le estoy relatando.

—Y no solo eso. Descubrí que también soy buena en combate, incluso vencí al instructor en la pista de obstáculos.

No estoy presumiendo, no intento impresionar. Solo relato los hechos, quiero hablar de esto porque cada vez me entiendo menos a mí misma. Incluso las marcas de mí cuerpo aún no las entiendo, por ejemplo una cicatriz que tengo en la rodilla, otra en el muslo y una más en el antebrazo la cual es una línea delgada muy cerca de dónde está la vena, Mags cree que debió ser una cortada.

—¿Como...?

—No lo sé.

Finnick me mira en silencio por unos minutos, tal vez no me crea del todo o puede que todavía lo esté procesando, casi puedo ver los engranajes de su mente trabajando a toda velocidad para lograr dar crédito a mis palabras y no lo culpo porque yo estoy igual.

—Si eres tan buena como dices es un punto a favor, podrás luchar—abro la boca pero él me silencia levantado la mano—pero no lo harás a menos que sea estrictamente necesario, prefiero que pases desapercibida.

My Angel From The Sky (Finnick Odair, Octavia Blake)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora