Cinco: Morado

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Azul y rojo, te sorprendió descubrir que la mezcla de ambos te daría un color nuevo. Tomaste la mayor cantidad de pintura posible, un color en cada mano y después juntaste tus palmas permitiendo a ambos colores mezclarse. Pronto ambas manos se pintaron de púrpura. De manera inmediata corriste hasta donde estaban tus padres, querían mostrarle tu pequeño gran descubrimiento, pero lo único que encontraste fueron gritos, algunas lágrimas derramadas por parte de mamá.

Papá por otro lado parecía bastante molesto. Ni siquiera notó la forma en la que lo mirabas, sólo lanzó un par de maldiciones y salió de casa, cerrando la puerta con fuerza en el proceso.

—¿Mami? —Eras demasiado pequeña para saber lo que pasaba, pero llorar no era algo bueno, gritar tampoco.

Tu madre te miró, aun había lágrimas en su rostro. Rápidamente notó la pintura en tus manos, pero lo que hubo en su rostro no fue sorpresa, tampoco felicidad. Era contrario a todo lo que tú habías experimentado hace unos momentos.

—¡Te dije que no jugaras con la pintura! —Bien, ahora ella estaba gritando, estaba igual de enojada que papá hace unos minutos. —Por dios, Ruby. No puedes mantenerte quieta por un momento.

—Morado. — Quizás si le contabas un poco más podría entenderlo y ponerse feliz. —Tengo color morado.

Acercaste tus pequeñas manos en dirección a tu madre, estuviste a solo unos centímetros de tocarla, pero antes de que eso sucediera te sujeto de las muñecas, las apretó un poco porque inmediatamente sentiste dolor.

—¿Puedes callarte por un segundo? —cada vez presionaba un poco más de fuerza. La emoción que habías sentido antes ahora era reemplazada por miedo. Era natural que sintieras ganas de llorar, pero a mamá no le gustó. —Ni se te ocurra llorar, que no estoy para soportar tus lamentos. ¿Entiendes?

Mordiste tu labio con fuerza, no querías hacer enojar más a mamá.

—No tienes motivos para llorar. ¿Quieres que te de uno? ¿Eso quieres...?

Lo intentaste, pero al final fue inutil. Un par de lágrimas se deslizaron por tus mejillas. Silenciosas, tal vez así mamá no se moleste tanto.

—Vete de aquí. —Finalmente te soltó, tus muñecas ahora estaban rojas. —No quiero que me molestes. ¿Quedó claro?

Mamá ahora ya no te estaba mirando, su vista estaba clavada en la puerta. Eras muy joven, pero habías aprendido un par de cosas. Una de ellas era que desobedecer a mamá no era buena idea.

Sacudiste tu cabeza frenéticamente en un intento por hacerle saber a mamá que habías entendido. Seguido de ello corriste directo a tu habitación. El montón de mantas que había en tu cama se convirtió en tu fuerte. Tenías miedo, estabas confundida y no dejabas de llorar.

A decir verdad, yo no comprendía mucho tampoco, pero no me gustaba verte así. En general, no me gustaba que las personas lloraran. En mi opinión, la tristeza no debería existir.

Mi vista se concentró en ese punto púrpura que había en la hoja de papel, fue entonces cuando una idea surgió. Me tomó unos minutos y mucha concentración. Visualice un par de tonos púrpura, algunas líneas negras, puntos blancos, y entonces mi creación hizo su aparición. Batió sus alas con elegancia, entró por la ventana y se deslizó por toda la habitación con una dirección clara, llegar a ti.

Le tomó un poco hacerse notar, pero finalmente la viste. El miedo desapareció rápidamente, ahora solo había curiosidad y emoción en su lugar. No lo pensaste demasiado y extendiste tu mano, tu pequeño dedo se acercaba con cautela, esperaste pacientemente hasta que finalmente una mariposa morada se posó en tu dedo índice.

—Morado. —recuerdo ver una suave sonrisa dibujarse en tu rostro, tus ojos tenían un brillo inexplicable. Miraste a la mariposa durante unos segundos antes de caminar hacia la ventana, me sorprendió el nivel de precaución que había en tus movimientos. Sin intenciones de lastimar o perturbar a la pequeña mariposa en tu dedo.

Llegaste a la ventana e hiciste un suave movimiento con tu mano, buscando darle impulso a la pequeña criatura que estaba ahí.

—Vuela. —Como si de una orden se tratara, la mariposa hizo lo que le indicaste, desplegó sus alas y se alejó, hasta perderse dentro del enorme cielo nocturno. —Adiós, mariposa.

Esa noche presenciaste algo sin igual, una mariposa púrpura. Creí por un momento que la mantendrías cautiva para apreciar su belleza cuando quisieras, pero no hiciste eso y no entendí la razón.

Irene me explicó después que nadie era dueño de la belleza, nadie podía mantenerla cautiva. Lo bello tiene alas para volar en libertad. Le pregunté también la razón por la que tu madre te había hecho llorar. Las madres aman a sus hijos, entonces... ¿Por qué los hacen llorar? ¿Por qué su madre gritaba? ¿Por qué su padre se marchó?

Ella me dijo que a veces los padres hacen cosas sin saber que lastiman a sus hijos, a veces no se detienen a mirar, a veces sus problemas se vuelven tan grandes que todo lo demás deja de importar.

No lo entendí del todo. Solo sabía una cosa. Tú eras como esa mariposa, fue inevitable preguntarme, ¿cómo podías existir en un lugar tan oscuro? ¿Por qué no salías por la ventana?

¿Por qué no te trataban como una mariposa?

...

N/A: Los primeros capítulos son un poco cortos, pero a medida que la historia avance serán más largos.

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