𝐅𝐨𝐫𝐞𝐰𝐨𝐫𝐝

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Las alarmas comenzaron a resonar hasta el aturdimiento, haciendo eco entre las paredes de pasillos de laboratorio. Los vasos Beaker caían, las mezclas se derramaban, las puertas eran abiertas con desesperación y los pocos científicos que quedaban dentro de las instalaciones corrían intentando salvar sus vidas.

— ¡Corre, tenemos que escondernos antes de que nos encuentren! — Gritó uno arrastrando a su compañera del brazo, quien miraba estupefacta el desastre que se desbordaba a sus espaldas.

Respiraciones agitadas y el miedo burbujeante, asfixiante como una soga que ata el cuello.

Los gritos eran alaridos de dolor cuando la piel era arrancada, los huesos quebrados y la sangre ahogando a pobres idiotas que pensaron que podrían escapar del destino que se les había previsto, poco a poco, en algún momento fueron cesando, la alarma de emergencia seguía declarando el mismo mensaje : "Emergencia en el ala noroeste. Evacúe rápidamente", como un bucle que poco a poco se introducía bajo la piel y hacía temblar.

Pero no había más, no hubieron más gritos, no hubieron más ruidos. En algún punto, no quedo nada que lamentar.

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En una habitación apartada de puertas aseguradas y bloqueadas yacían aquel par de científicos, escondidos y temiendo por su mañana si llegaban a ver la luz del día siguiente. Intentando tranquilizarse mutuamente, pero era imposible, todo parecía en orden hasta hace menos de veinte minutos, cuando el laboratorio fue atacado e invadido por criaturas extrañas, hostiles, que se regían por una sed de anhelo, vemehencia y desespero que los incitaba a destruir todo lo que consiguieran a su paso y que representara un obstáculo para la volundad de aquel misericordioso.

El aire se volvió pesado y punzante en el pecho cuando los obstáculos que protegían la puerta se estremecieron bajo una brutal fuerza que podría mover montañas, golpe tras golpe, en algún punto se derribaria y serían encontrados.

No había más salidas, estaban atrapados allí, rezando a un Dios piadoso por ser escuchados, pidiendo entre silenciosas lágrimas que la puerta pudiera resistir.

O en su defecto, ser purificados de todos sus pecados antes de que el último aliento de vida se les fuera arrebatado.

— ¿Qué hacemos aquí? Nunca debimos venir, ahora moriremos en manos de esas.. bestias.  — Declaró entre lágrimas aquella mujer, quien antes no había experimentado el peso de la gravedad sobre sus hombros.

Su compañero solo pudo mirarla con pena, pasando un brazo sobre sus hombros, manteniéndola cerca. Sus ojos miraban hacia la puerta, ya a pocos segundos de ser derrumbada por completo, dándole paso a una muerte inminente.

Y como si en el corazón de aquel Dios en los cielos no existiera espacio para la piedad de una raza contaminada hasta la médula, el metal fue resquebrajado y lanzado lejos cuando ellos lograron abrirse paso, un enorme agujero donde una vez hubieron puertas revelaba la anormal y monstruosa figura de quellos seres.

La protección y el consuelo pueden ser encontrados en un acto tan mundano como un abrazo, en el comfort de estar atrapado en brazos ajenos. Pero ni el más estrecho abrazo pudo aliviar la angustia del alma de aquellos quienes solo hacia su trabajo, y a quienes la cruel mano del destino había decidido castigar.

Far Away | Piggy |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora