𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝐈𝐕

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Había un pequeño sonido, repetitivo y rítmico resonando en el frío y silencioso ambiente. Un suspiro cargado de agotamiento emocional y psicológico, una mirada melancólica y una sensación de nostalgia.

Sus delgados dedos seguían repitiendo el mismo patrón, marcando el mismo número telefónico en el viejo teletrófono, generando un ruido que podría aturdir hasta a la mente más paciente con el paso de un par de horas. Por eso generalmente trabajaba solo.

Sus ojos seguían perdidos en los números que marcaba, el mar de sus ojos extrañamente pacífico, desesperanzado desde hace un tiempo. Había perdido la cuenta de cuántas veces había repetido esta misma acción, como un vicio, como parte una tan natural de él como respirar. Aún así, nunca recibía una respuesta, y aún así, no podía rendirse.

Su mente generalmente estaba dispersa, en otro lugar del mundo, lejos de Lucella, con otras personas, tal vez.

El llamado de una voz conocida en el walkie-talkie lo interrumpió, genuinamente curioso extendió su mano hacia el aparato para responder al llamado.

— ¿Si? — Preguntó en un tono bajo, todavía disperso del mundo, de la realidad.

— " Me parece que hay visitas, ¿No has escuchado? " — Aquella voz dijo con duda.

Ante la breve acotación su sentido del oido se agudizó, finalmente pudo reconocer golpes en el metal de las puertas de la base. Su expresión se arrugó en duda. Si se tratase de alguien que requiera sus servicios ya se les habría informado.

No se molestó en responder a su compañero al otro lado de la línea, simplemente tomando un cargador de pistola y saliendo del consultorio a paso firme. El material de sus zapatos resonaba fuertemente contra el suelo de cerámica al bajar por las escaleras hacia las puertas de entrada. Honestamente le causaba curiosidad saber de quién podría tratarse, quien quiera que fuera el invitado había llegado sin notificación previa, lo cual era suficiente motivo para atacar sin preguntar antes.

Las luces de la planta baja del edificio eran escasas, tenues y le daban a la estructura un ambiente pesado e inquietante. Con una indiferencia que pesaba sobre su espalda, tomó su pistola del cinturón de su uniforme, lanzándola a poca distancia en el aire antes de atraparla con sus manos, un leve sonido poco prolongado cuando insertó el cargador en el abastecedor y retiró el seguro del arma, afirmándola en su diestra.

Fue un estruendoso chirrido de las grandes puertas de metal mientras se abrían ante él una vez que los viejos mecanismos fueron accionados, rara vez usaban esta entrada y definitivamente algo de aceite no le vendría mal.

Con un movimiento firme, apuntó hacia el exterior cuando la entrada estuvo totalmente descubierta, a punto de disparar sin siquiera dar cuestionamientos, ese era su código dictado. Su índice ya acariciaba el gatillo mucho antes de este momento, solo hubiera bastado un segundo más y el primer disparo se hubiera hecho eco por todo el parámetro cercano.

— ¡Georgie! —

El estridente llamado de una voz que se derretía con alegría le hizo detenerse abruptamente. Sus ojos se abrieron como si acabara de ver un espanto, la voz lo hizo asomar su cuerpo hacia el exterior, abandonando las penumbras de la estructura de la base.

Sus pasos fueron pesados sobre el camino hacia los inesperados visitantes, su expresión, la cual no podía ser más perpleja, reflejó la sorpresa, la duda y la incertidumbre de lo que estaba viendo frente a él.

El frío lo golpeó como un bofetón de realidad, parpadeó en el justo momento en que regresó a la tierra gracias a un par de delgados brazos envolviendolo de una forma muy familiar y apretada.

Far Away | Piggy |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora