CINCO

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—Rodrigo? —Pregunto confundida. —¿Que haces aca?

—Emmm, disculpa que venga a molestar pero queria verte y aprovechando que me contaste de que ibas a pasar tiempo con tus niñas, pense que seria buena idea conocerlas —Observaba el hilo que colgaba del globo.

—Ooh ya ya, si tranquilo, ¡esta bien! —Dijo con un hilo de voz —Amm disculpa pero, ¿de quien es ese globo? —Era extraño imaginarse que era para alguna de sus hijas.

—Aah... si —Dijo titubeante —este es para la hermosa Luciana —De su frente se notaba como corrían gotas de sudor —Aah... y... y... este paquete de malvaviscos es para Elena, también traje mas dulces para que compartan las niñas —Sus iris se empezaron a tornar de un brillo precioso y resplandeciente eran como unas linternas.

—Aah ok —Su corazón empezo a latir fuertemente, en su pecho resaltaban los latidos que esperaba que este no notara. Antes de que el pudiera decir una palabra ella sobresalto y le dijo —Bien... amm, ¿te apeteceria pasar?

—Si, si por supuesto —Enarcando una ceja, respiro hondo y le contestó.

—Perfecto entra a mi humilde morada —Dijo tirandole una sonrisa dulce y pura.

En aquel hombre empezaron a arder sus mejillas, se tornaban de un color rosado, de sus manos y sienes corría el sudor de la pena que estaba pasando, tenía miedo, terror, de que aquello que hizo fuera mala idea. Solo quería hacer las cosas de buena y delicada manera. Eran sus expresiones y atenciones los que encantaban a esa mujer, el que hacía que su corazón latiera con rapidez, que se imaginara una linda y sana relación con el, que se ilusionara con un amor de padre hacía sus pequeñas. La figura que no estaban obteniendo, bueno al menos la hija menor.

—Ven sientate. No te sientas avergonzado —Dijo con un hilo de voz

—Ok, Gracias —Dijo mientras cruzaba la puerta para ir a sentarse al comedor

—¿Te apetecería un té?, o talvez un ¿cafe? O sino algun refresco?

—Aam... creo que con un cafe estaria bien —Observaba como Elizabeth se giraba para ir a prepararle el cafe que el había pedido.

Al rato de que Elizabeth se fuera a preparar el cafe, un ruido no muy lejano de unas pequeñas pisadas logro escuchar que se acercaban a el, una corriente de un perfume dulce de vainilla se estanco en sus fosas nasales, aquel delicioso olor se iba haciendo intenso más y más, en su espina dorsal sintio un escalofrio que daba la impresión de que algo estaba atras de el observandolo, acechandolo. Cuando se giro para asomarse que era lo que estaba detras de el surgio un gritito de la dulce Luciana.

—Boooh —Dijo esta con su cuerpo en cuclillas y sus manos en posición de ataque

—Oh por Dios, niña casi me matas de un susto —Pego un brinco en cuanto vio a la niña.

—Hola, ¿te asuste? —Dijo con su voz diminuta

—JAJA, si pequeña lograste asustarme —Dijo riendose y tomo a la niña y empezo a hacerle cosquillas.

Desde la cocina Elizabeth podía escuchar las carcajadas de estos dos, jugueteando sin parar, parecía que hasta ya se conocían de toda la vida. Luciana solía ser dulce con todos y el no fue la excepción solo que los dos disfrutaban del momento. Después de tantas carcajadas Elizabeth ya tenía listo el cafe y se dirigio al comedor y pudo apreciar lo hermoso que se miraban los dos compartiendo y jugueteando, era esplendido ver la sonrisa que pintaba en la cara de Luciana, como se divertía con ella.

—Umm... umm —Resono Elizabeth en su garganta —Ya esta listo el cafe. Por lo que veo ya se conocieron.

—JAJAJA si, me imagino que tu debes ser la preciosa Luciana —Dijo con un hilo de voz

El Renacimiento De Un AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora