V: EL INICIO DE LOS PROBLEMAS

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Los semidioses entraron en el templo del dios del sueño.

Lo único que cambiaba entre los templos de los dioses eran sus estatuas, las ofrendas que descansaban en diversos lugares y el aura que emanaban.

Aquel lugar era completamente lo opuesto a lo que sucedía en el resto del Olimpo. Allí solo había una dulce, suave y monótona melodía de arpa que, básicamente, hacía que el cansancio y el sueño te fueran venciendo poco a poco. Y el aura que emanaba aquel lugar te decía que estabas en tu lugar seguro, tu hogar y tu mundo soñado al mismo tiempo.

En cuanto los mestizos entraron, varios empezaron a caminar más encorvados y a vacilar con cada movimiento que hacían.

Ante ellos apareció una mujer en una clásica y simple túnica griega de color blanco. Tenía expresión alegre y cansada al mismo tiempo y los párpados un poco caídos. Su cabello ondulado y castaño estaba recogido en un tocado en lo alto de su cabeza y decorado con un pasador de nube.

-Bienvenidos, mestizos, al templo del dios Hypnos -les saludó con una voz levemente adormilada-. Yo os guiaré sin que os durmáis hasta donde pasaréis la noche. Seguidme.

Los semidioses, apoyándose entre ellos para no caerse, avanzaron detrás de ella. Como todos estaban igual de cansados que ella, nadie se juzgó por bostezar y no mostrarse formales.

Tras unos minutos, el grupo llegó a una habitación con trece literas colocadas junto a las paredes del cuarto. Había una música relajante de fondo y sábanas y almohadas nuevas en las camas.

-Os quedaréis aquí -informó la mujer-. Os dejo instalaros. Buenas noches.

Los campistas casi se desploman en el suelo, pero hicieron un esfuerzo por llegar a los colchones y arroparse.

Cada uno tenía una litera en la que ponerse debido a sus padres, así que algunos tuvieron que tirar a otro mestizo que se había confundido de cama al suelo.

Había una vela encendida al lado de cada litera, las cuales se fueron apagando según los semidioses decidían querer descansar, cosa que no tardó mucho en suceder.

Ciara siguió escuchando música en sus auriculares tranquilamente hasta quedarse profundamente dormida, pero cometió el error de dejar su vela encendida.

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Hestia estaba sentada en el Hogar pensando cuando escuchó unos pasos y le llegó una brisa marina desde la puerta.

-¿Necesitas algo, hermano?

-Sí, pero tienes que jurarme por la laguna Estigia que no dirás nada de lo que te contaré ahora hasta que te diga lo contrario.

Un silencio se apoderó de la habitación por la brusquedad del dios.

-¿Estás intentando hacer un trato?-La diosa cruzó las piernas e hizo que sus dedos formaran una montaña.

-Información por protección -aclaró Poseidón-. Sé que quieres saber qué le ha pasado a Hades porque le tienes cariño a su niñita, y yo necesito que hagas lo mejor que sabes hacer.

-¿Qué condiciones hay?

-Tu silencio ante todos, incluido Zeus.-El dios sentía que no tenía asegurada la lealtad de su hermana, así que añadió-. Ah, y también haré lo posible por no crear ni incitar ningún tipo de conflicto dentro de nuestra familia.

La diosa del fuego se detuvo para pensarlo. No sabía si el trato incluía no decirle a Ciara dónde estaba su padre. Cuando se lo preguntó el dios del mar le respondió:

-Solo puedes darle pistas, igual que cuando hacen una misión.

Hestia no estaba segura de si aceptar el trato que le proponían: silencio por protección y jurar por la laguna Estigia.

Fiebre MestizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora