15 - Infraganti

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Punto de vista de Jennie Kim.

Nunca pensé que llegaría a decir esto verbalmente pero, me encontraba de nuevo en la lujosa penthouse de mi profesora. Habíamos acordado vernos después de clase, para mi, la espera fue eterna aunque solo tuviese que soportar una hora y media más de clase. En cuanto pude, escapé de la garras de mi padre y su novia sexualmente deprimida y llamé a Irene para acompañarme hasta la casa de la señorita Manobal. Me encontraba frente a la puerta blanca de su ático, dudando en llamar al timbre por el evidente nerviosismo. Acomodé mi pelo a un lado y lo peine por enésima vez y ajusté mi falda un poco más arriba Quería verme radiante para que me comiera con la mirada y dejarle en claro que no se escaparía de mi esta vez.

Llamé al timbre y esperé a que me abriese la puerta. Escuché un pequeño "Voy" en el interior de la casa y supe que era ella. Sonreí al escuchar sus pasos acercarse a la puerta y esta se abrió.

Nuestras miradas se conectaron al instante y nuestra pequeña burbuja nos invadió, alejándonos del mundo entero. Lisa llevaba puesta una camisa ancha que cubría su cuerpo casi al completo, excepto sus largas piernas desnudas dejándome ver una vista increíble de su piel blanquecina y algunos lunares en sus muslos. Después de ese descarado repaso que le di a su cuerpo, la miré a los ojos. Llevaba puesta esas gafas de lectura que tanto le hacían parecer sexy, su pelo estaba acomodado en una coleta desaliñada, dejando algunos mechones sueltos en su frente.

Mierda ¿Por qué es tan hermosa?

– Jen.

Mi nombre, fue pronunciado de manera suave, con un tono ronco que hizo que mi piel se erizase. Le dediqué una sonrisa pícara al verla recorrer mi cuerpo con descaro al igual que había hecho yo. Ambas sabíamos que la excusa de ver películas era una farsa para lo que realmente veníamos hacer aquí, así que disimular estaba de más. Esta vez nadie se interpondrá entre nosotras, ni la señorita Park, ni mi padre... Nadie, solo ella y yo, en su apartamento. Sin nadie que nos estorbe o interfiera.

– Has venido – pronunció con un leve asombro que me desconcertó.

– Lo hice – asentí sin apartar la mirada de sus orbes miel. – ¿Puedo pasar?

– Claro – pestañeó nerviosa y me sonrió – Perdona, pasa. Estoy haciendo la comida.

Se apartó de la puerta y me invitó a pasar. Sostuve mi pequeña bolsa en mano y me adentre con cautela. Se alejó hasta la cocina y me tomé la libertad de dejar mi abrigo sobre su sofá. Aunque ya había estado aquí, en la intimidad de su casa, todavía no sabía cómo comportarme. No quería parecer grosera.

– Por favor sientete comoda. – su mirada se posó en mi mientras movía algo en una sartén – Puedes quitarte los zapatos.

– Perdona. No logro acostumbrarme a ti, cocinando y... – levantó una ceja extrañada – Esas cosas...

𝑻𝑬𝑨𝑪𝑯𝑬𝑹'𝒔 𝑷𝑬𝑻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora