Capítulo 2

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Me detuve más tiempo del que había previsto, y casi me expulsan del hospital por romper el cristal del espejo en un estallido de ira. Afortunadamente, logré convencer al personal de que fue un accidente y me vendaron la mano para detener el sangrado. Con una de las golosinas favoritas de Erizo en mi mano, regresé a la habitación.

Noté que Erizo parecía incómoda con la presencia de sus padres en la habitación; ellos estaban afuera, esperando. Era evidente que prefería estar a solas.

- ¿Cómo estás? - pregunté con preocupación al entrar en la habitación, observando a Erizo recostada y perdida en sus pensamientos mientras miraba el techo.

- ¿Por qué te demoraste? - respondió sin volver la vista hacia mí, su voz apenas un susurro apagado.

- Tuve algunos contratiempos -, respondí mientras levantaba mi mano vendada y ensangrentada, acercándome a ella. Sus ojos se posaron en mi mano herida.

- ¿Qué te pasó? - preguntó con preocupación, levantándose y tomando mi mano vendada con cuidado.

- Peleé con una abuelita por este dulce -, contesté tratando de infundir un poco de ligereza al ambiente, mostrándole el dulce que sostenía en mi otra mano.

Una pequeña sonrisa asomó en su rostro, pero se desvaneció rápidamente, reemplazada por lágrimas que brotaron en sus ojos.

- No... me vuelvas a dejar sola -, murmuró, aferrándose a mí con fuerza. Odiaba verla así. Erizo había cambiado, ya no era la misma chica segura, orgullosa y lista que solía ser. Ahora era una sombra de su antiguo yo, y verla así me afectaba profundamente.

- Soy tu mejor amigo, nunca te dejaré sola. Siempre estaré a tu lado... -, respondí, correspondiendo su abrazo con fuerza, queriendo transmitirle mi apoyo incondicional. La conozco desde que éramos niños; sé que es fuerte, y le hice saber que siempre podría contar conmigo.

- Gracias, Oscar -, dijo Erizo entre sollozos profundos, aferrándose a mí como si su vida dependiera de ello.

Una parte de mí ardía en deseos de preguntar quién había sido el responsable. Sentía una necesidad abrumadora de saber, aunque consciente de que hacer esa pregunta podría resultar insensible. Sin embargo, armado con una determinación que nunca antes había sentido, decidí preguntarle.

- Erizo, sé que esto puede ser muy difícil para ti -, comencé, mi voz temblorosa reflejando mi nerviosismo. Hice una pausa, tomando aire antes de continuar. - Pero necesito saber quién te hizo esto...-, finalicé la pregunta, notando cómo el cuerpo de Erizo se tensaba al oírla.

- Si es que quieres contármelo -, añadí rápidamente, intentando aliviar cualquier presión que pudiera sentir.

- No... quiero... que sepas -, balbuceó con la voz quebrada por un nudo en su garganta. Sus palabras resonaron en mi mente, dejándome en un limbo de pensamientos confusos. Todo apuntaba a que yo conocía al culpable. ¿Por qué más se negaría a que supiera? Esta pregunta lanzó mi mente a un torbellino de dudas, repasando una y otra vez a los posibles sospechosos en nuestro entorno. ¿Quién, entre las personas que conocíamos, podría haber hecho algo así?

Mientras mi mente cavilaba en busca de respuestas, noté que Erizo se había quedado dormida en mis brazos. Al mirarla, vi cómo dormía con inquietud, su expresión reflejaba la inseguridad que ahora la acosaba. Era necesario que encontrara una manera de hacerla sentir segura de nuevo. Sin embargo, también necesitaba un momento para organizar mis propios pensamientos. Con cuidado, la arropé y salí de la habitación en silencio. Sabía que ella preferiría que me quedara a su lado, pero era crucial tomarme un instante para reflexionar en soledad.

Changes | Oscar x Erizo (+ 18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora