Luchaba por recuperar la compostura; mi cuerpo aún temblaba, invadido por un agobiante sentimiento de impotencia. Con esfuerzo, sequé las lágrimas de mis ojos y me enfrenté de nuevo a Erizo.
- Creo que algo que comí me cayó mal, - mentí, tratando de sonar convincente mientras me levantaba del suelo y accionaba la descarga del retrete.
Era incapaz de mirar a Erizo a los ojos, asfixiado por la culpa de ocultarle que imágenes suyas habían sido expuestas en internet. Me acerqué al lavamanos y tomé agua, intentando eliminar el amargo sabor del vómito. "Vamos, aún tenemos una tarde de películas," dije, tratando de recuperar algo de normalidad mientras tomaba su mano para guiarla de vuelta a su cuarto. Salí un momento para recoger las palomitas y noté mi celular tirado en el suelo, la pantalla destrozada. Un profundo asco me recorrió al recordar las imágenes vistas. Lo recogí, lo encendí y cerré rápidamente la aplicación de Twitter.
Clavé la vista en el celular, mi mano temblaba incontrolablemente mientras mi mente se inundaba de pensamientos fatalistas y furia. Sentía la urgente necesidad de fumar un cigarrillo para calmar los nervios, pero sabía que no podía dejar sola a Erizo en ese momento. Resignado, volví al cuarto y dimos inicio a nuestra tarde de películas.
No era como en los viejos tiempos, esos días llenos de risas y comentarios animados. Ahora, simplemente observábamos la pantalla en un silencio pesado, interrumpido solo por mis esporádicos comentarios sobre la película a los que Erizo respondía sin mucho ánimo. Aunque su indiferencia no me molestaba, me entristecía profundamente. Mi mejor amiga había cambiado irrevocablemente, transformada por las acciones despiadadas de un bastardo.
- ¿Te acuerdas cómo Susie nos obligaba a ver sus pésimas obras de teatro? - Erizo inició la conversación por primera vez, sin apartar la vista de la película. Una pequeña sonrisa asomó en su rostro, un destello breve de aquellos días más ligeros.
- Eran realmente terribles - respondí, dejándome llevar por una risa sincera. Por un instante, una chispa de esperanza brilló en mi corazón, albergando el deseo de que quizás todo podría volver a ser como antes. Sin embargo, esa esperanza se desvaneció rápidamente; Erizo no podría volver a ser la misma mientras el culpable de su dolor siguiera libre. Un nudo de furia se formó en mi estómago y apreté los dientes con fuerza. Sentía una urgencia creciente de actuar, de hacer algo más que simplemente esperar.
Después de ver otra película, decidí preparar algo de comer para ambos. No me considero un gran cocinero, pero observé cómo Erizo saboreaba mi comida con una sonrisa, como si fuera un plato de alta cocina. Ese gesto me llenó de un calor reconfortante. La tarde transcurrió suavemente entre risas y recuerdos compartidos, mientras estábamos acostados en la cama. Al caer la noche, recibí una llamada de los padres de Erizo informándome que no regresarían temprano debido a que tenían que cubrir turnos dobles en el trabajo.
Erizo pareció recibir la noticia de la ausencia de sus padres con una calma resignada, acostumbrada ya a su frecuente ausencia. Aquella noche, nos acostamos juntos como habíamos hecho en los últimos días. Ella se acurrucó en mis brazos buscando consuelo, y yo respondí acariciando su cabello suavemente hasta que ambos nos sumergimos en el sueño.
A la mañana siguiente, tras un desayuno breve con los padres de Erizo, estos le acompañaron a su primera sesión con el psicólogo. Me encontraba con el día libre, una rareza en las últimas semanas. Decidí aprovecharlo para visitar la universidad de Erizo en busca de Kerly, su amiga cercana. Necesitaba entender más sobre el día del incidente, ya que Erizo me había mencionado que pasaría tiempo con ella ese día.
Con el nombre de Kerly en mente, caminé por los amplios pasillos de la universidad. Recordaba vagamente dónde se encontraba el aula de Erizo; en ocasiones anteriores había ido a buscarla allí. Según entendía, Kerly también estudiaba en el mismo edificio, aunque no estaba seguro de su apariencia exacta, solo sabía que era como un "perro". Mi objetivo era claro: encontrarla y obtener las respuestas que tanto necesitaba.
Mi búsqueda en la universidad fue abruptamente interrumpida cuando alguien me tiró del saco. Al girarme, me encontré con una joven que parecía la descripción que Erizo alguna vez me hizo de su amiga.
—¿Tú eres el mejor amigo de Erizo, verdad? Concuerdas con la descripción que ella me dio de ti —dijo la joven con un tono que combinaba curiosidad y preocupación.
—¿Tú eres Kerly? —pregunté, cortante, sin responder a su pregunta inicial.
—Sí... —respondió ella, algo intimidada por la frialdad de mi voz.
—Necesito que me digas qué ocurrió exactamente ese día —exigí, agarrándola de los hombros con más fuerza de la necesaria, la desesperación evidente en mi tono.
—¡Ah, tranquilo, viejo! —exclamó, zafándose de mi agarre con un gesto de molestia. Se frotó los hombros. —Estoy exhausta de repetir lo que pasó ese día; los policías no dejan de venir a preguntarme si recuerdo algún detalle nuevo —explicó Kerly con un tono de fatiga en su voz, claramente agobiada por la constante presión de recordar más información, al ver mi mirada de desesperación, suspiró antes de continuar—. Ese día fuimos al centro comercial. Yo me fui al baño y cuando regresé, Erizo me contó que se había encontrado con un viejo amigo y que se iría con él. Después de eso, yo me marché del lugar... -
Kerly me miraba con una mezcla de pena y cansancio. Era evidente que la situación también la afectaba profundamente y que no era la primera vez que relataba los hechos. Su voz llevaba el peso de la repetición y la frustración de no poder cambiar lo ocurrido.
- Como esta Erizo? – Ignoré a Kerly mientras me alejaba, con la mente aturdida por preguntas. Un viejo amigo, ¿quién podría ser capaz de hacerle eso? Cerré los puños con rabia, sintiendo una mezcla de confusión y furia creciendo dentro de mí. Saqué el último cigarro que me quedaba y lo encendí, dejando que el humo llenara mis pulmones, pero antes de que pudiera disfrutarlo, mi teléfono empezó a sonar, y al mirar la pantalla rota vi el nombre de mi madre. Suspiré resignado; era hora de enfrentarla.
- Cariño, ¡me tenías preocupada! - su voz retumbó desde el otro lado – Mi bebe especial no me contestaba mis llamadas desde hace días – el apodo de mi madre solo avivó mi irritación.
- ¿No sabes lo que le pasó a Erizo? - respondí fríamente.
- Lo que le haya ocurrido a Erizo, no importa -, dijo con una indiferencia que me sorprendió. ¿Los padres de Erizo no le habían informado? Ah, claro, ellos no son del tipo que revela los problemas que enfrentan; supongo que hicieron todo lo posible para mantener el caso en un perfil bajo.
- La universidad me contactó porque pediste permiso por tres semanas. Oscar, no me importa lo que haya pasado, no quiero que mi niño especial descuide sus estudios - su tono de voz lleno de ira hizo que cerrara la llamada con rapidez. Luego, bloqueé su número; no estaba para aguantar su actitud.
Una notificación de mensaje llegó a mi celular desde el recién añadido número de los padres de Erizo. Decía: "Oscar, te necesitamos. Erizo regresó mal del psicólogo". Lancé el cigarro encendido al suelo y comencé a correr en dirección al hogar de Erizo. Esta vez, ella me necesitaba, y estaría allí para ella.
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Changes | Oscar x Erizo (+ 18)
أدب الهواةErizo ha sido agredida, un golpe devastador que sumerge a Oscar en un abismo de culpa y desesperación. La sensación de haber fallado en proteger a su mejor amiga lo consume. Oscar comienza a experimentar un cambio interno, una transformación marcada...