¡Atención! El título +18 de esta historia no se debe a contenido lascivo, sino a una temática similar a mi otra obra 'Mine', que aborda temas delicados. Si estos temas te incomodan, te recomiendo detener la lectura.
El eco de mi respiración agitada llenaba los pasillos del hospital mientras corría hacia la habitación 27. El pánico y la urgencia me impulsaban, cada paso resonando en el suelo estéril y blanco. Al llegar, vi a los padres de Erizo esperando fuera de la puerta, sus rostros tensos y cansados.
Apenas me acerqué, la madre de Erizo me envolvió en un abrazo apretado, y sentí cómo las lágrimas empezaban a empapar mi hombro. Intenté calmar mi respiración, pero el miedo y la preocupación me dominaban.
- ¿Cómo... está? - logré preguntar, aún jadeante.
El padre de Erizo, con la mirada fija en el suelo, respondió con voz entrecortada:
- Ella solo quiere hablar contigo... -
Su tono sombrío y la gravedad de sus palabras aumentaron mi ansiedad mientras me dirigía hacia la puerta de la habitación.
El día había comenzado como cualquier otro, con una mañana tranquila y la rutina de siempre. Erizo me había llamado temprano, contándome con entusiasmo sus planes para el día, una charla típica que ahora, en retrospectiva, parecía teñirse de una ironía sombría.
Mientras me dirigía a la universidad al mediodía, mi teléfono sonó de nuevo. Esta vez, eran los padres de Erizo. Sus voces, entrecortadas por sollozos, me golpearon como un puñetazo inesperado. Me dijeron que Erizo estaba en el hospital. No entraron en detalles; solo insistieron en que debía ir inmediatamente. El tono urgente y desesperado de su pedido no dejaba lugar a dudas ni a negativas.
Y ahora aquí estaba, parado frente a la puerta de la habitación 27, con el corazón golpeando fuertemente contra mi pecho y un torbellino de preguntas sin respuesta zumbando en mi mente. El pasillo del hospital parecía extenderse infinitamente en ambas direcciones, un corredor blanco y silencioso cargado de presagios. Tomé una profunda respiración, tratando de calmar los nervios que amenazaban con desbordarse, y con una mano temblorosa, alcé la mano hacia la manija de la puerta, listo para enfrentar lo que me esperaba al otro lado.
Reinaba un silencio abrumador en la habitación cuando entré. Erizo estaba sentada en la cama junto a la ventana, su mirada perdida en algún punto distante fuera del vidrio, capturada por pensamientos o visiones que yo no podía descifrar. Tenía su típico sombrero, este se veía un poco destrozado. Su expresión era un enigma, algo inusual para mí, que siempre había presumido de entender cada matiz de su estado de ánimo.
- Hola, Erizo... - saludé, intentando disimular el temblor en mi voz.
Ella continuó inmersa en su contemplación unos segundos más, como si el simple acto de volver a la realidad requiriera un esfuerzo monumental. Finalmente, se giró lentamente para mirarme. Sus ojos, que solían brillar con una confianza y claridad impresionantes, ahora parecían vacíos, como si un velo sombrío hubiese borrado el vigor que siempre los caracterizaba. Era como mirar a través de un cristal empañado, sin poder alcanzar realmente a la persona detrás.
Con determinación, me acerqué a ella. Erizo seguía cada uno de mis movimientos con sus ojos, y el corazón me pesaba al verla tan vulnerable. Era desgarrador encontrar a mi mejor amiga en un estado tan frágil.
Cuando me situé frente a ella, Erizo se abalanzó hacia mis brazos en un desesperado abrazo, sollozando y dejando escapar lamentos que me partían el alma. Yo me quedé allí, paralizado, sintiendo una impotencia abrumadora ante su dolor. Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas mientras ella murmuraba entre sollozos:
- Yo... no... quería... Oscar...- Sus palabras retumbaron en mi cabeza, y un escalofrío recorrió mi espalda. No me gustaba a donde parecía dirigirse este asunto. Con manos temblorosas, acaricié su cabeza, intentando ofrecerle algo de consuelo.
- Él... me... obligó... - logró decir entre sollozos.
El silencio se hizo más pesado a mi alrededor. Quería negar las ideas que comenzaban a formarse en mi mente, deseaba que todo fuera un malentendido. Pero entonces, mi mirada cayó sobre su cuello. Las marcas que lo cubrían no eran simples moretones... Eran evidencia de algo mucho más grave y doloroso. La realidad de la situación comenzó a hacerse clara.
Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras una sensación abrumadora de impotencia me invadía. Me sentía patético, como si hubiera fracasado en mi deber más básico: proteger a mi mejor amiga.
- Lo siento... - murmuré, tratando de disculparme, aunque sabía que las palabras no podían borrar lo sucedido. Mi voz apenas logró superar el nudo en mi garganta, cargada de frustración y tristeza por no haber sido capaz de evitar el daño que había sufrido Erizo.
En la habitación fría solo se escuchaban nuestros sollozos.
Erizo se había quedado dormida en mi pecho mientras yo acariciaba su cabello suavemente, perdido en mis pensamientos y mirando el techo blanco. Era difícil aceptar lo que había pasado; todo me parecía surrealista y dolorosamente irreal. De repente, Erizo comenzó a moverse frenéticamente, gritando en medio de un sueño agitado. Rápidamente intenté despertarla.
Cuando abrió los ojos, me miró en silencio antes de volver a acurrucarse en mi pecho. Sabía, mejor que nadie, que no quería hablar de lo que había soñado.
- ¿Tienes hambre? - pregunté, intentando aligerar el ambiente con una preocupación palpable.
- Sí... - respondió con una voz apenas audible. Con cuidado, me levanté y deshice su agarre suavemente.
- Por favor, no te demores... - dijo ella, temblorosa, mirándome con ojos llenos de dolor.
- No me demoro - contesté, tratando de mantener la calma, aunque por dentro me sentía un desastre. Me dirigí hacia la puerta, pero entonces escuché a los padres de Erizo hablando con un médico. Me quedé en silencio, intentando escuchar.
- Se pudo observar cómo su cuerpo estaba lleno de mordidas - alcancé a escuchar. Mi cuerpo comenzó a temblar.
- Su hija fue... - No quería escuchar más. Abrí la puerta de golpe, encontrándome con los padres de Erizo y el médico, los dos progenitores con los ojos llorosos.
- Erizo tenía hambre, voy a buscar algo - dije, intentando controlar mis emociones.
- No se preocupe, ya llamé a una enfermera para que le traiga algo - respondió amablemente el médico.
- Entonces voy a buscar alguna golosina para ella... - dije mientras cerraba la puerta tras de mí, caminando sin rumbo, mirando al suelo. Sin pensar, entré en el baño para refrescarme.
Me rocié agua en el rostro, tratando de calmarme. Mi reflejo en el espejo mostraba mi rostro agobiado, haciéndome sentir inútil.
- ¡AHHHHH! - grité mientras lanzaba un puñetazo al espejo, que se estrelló en mil pedazos. Mi mano empezó a sangrar. Salí del baño buscando algo que pudiera levantar el ánimo de Erizo, dejando un rastro de sangre a mi paso.
Holaaa dx, espero que disfruten de esta historia, tratare de actualizarla como mi anterior obra, si tienen alguna sugerencia o queja estaré gustoso en leerles!!!
Gracias por leer <3
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Changes | Oscar x Erizo (+ 18)
FanficErizo ha sido agredida, un golpe devastador que sumerge a Oscar en un abismo de culpa y desesperación. La sensación de haber fallado en proteger a su mejor amiga lo consume. Oscar comienza a experimentar un cambio interno, una transformación marcada...