Capítulo 8

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"Toc, toc."

Mi respiración era agitada, cargada de nerviosismo. Sentía que en cualquier momento podría perder el control. Del otro lado de la puerta, el sonido de pasos se aproximaba, creciendo con cada segundo. Cuando la puerta comenzó a abrirse, un escalofrío recorrió mi espina dorsal.

- Pero si es mi bro Oscar! - exclamó con un entusiasmo que resonó a través del estrecho pasillo mientras me envolvía en un abrazo. Su contacto me revolvía el estómago.

- Hola... - respondí con frialdad, deshaciéndome suavemente de su abrazo.

- ¿Viniste por unas copas? - preguntó, retrocediendo para dejarme entrar en su desordenada habitación. Asentí con la cabeza, manteniendo mi expresión neutral mientras cruzaba el umbral.

Max cerró la puerta detrás de mí. Mi mirada se deslizó por la habitación, captando las paredes húmedas y las grietas que se extendían como venas a lo largo de los muros, señales inequívocas del descuido del lugar. En un pequeño velador, una capa de polvo blanco se destacaba claramente sobre la superficie oscura, una presencia inquietante que no dejaba lugar a dudas de su naturaleza.

- ¿Quieres un poco? - preguntó Max, sentándose al borde de la cama deshecha y señalando la sustancia. Negué con la cabeza firmemente, mientras él simplemente asintió y procedió a inhalar una línea del polvo.

Max inhaló profundamente el polvo blanco y de inmediato se levantó con una energía frenética, sacudiendo la cabeza como para disipar el efecto instantáneo de la droga. Tras unos segundos de euforia palpable, su atención volvió hacia mí.

- Ufff, ¡joder! - exclamó, aun vibrando con la intensidad del momento. - Parece que a mi amigo Oscar le irán mejor unas cervezas, - comentó con una sonrisa torcida, dirigiéndose a la pequeña nevera del rincón de la habitación. Abrió la puerta con un gesto teatral y sacó un par de cervezas, ofreciéndome una con un gesto generoso.

Acepté la cerveza, mis ojos clavados en él con una intensidad inquebrantable. Mientras él se giraba para buscar un abridor, solté las palabras con un tono firme y claro.

- Hombres que abusan de su fuerza para sentirse más hombres... no son nada más que bastardos. -

Las palabras colgaron pesadamente en el aire. Max se detuvo en seco, el abridor a medio alcanzar. Aprovechando su momentánea inmovilidad, me lancé hacia él con un movimiento rápido y decisivo, estrellando la botella contra su cabeza. El impacto lo dejó inmediatamente inconsciente, su cuerpo cayendo pesadamente al suelo con un sordo golpe.

Miré a Max, ahora inmóvil en el suelo, sin una pizca de emoción en mi rostro. Tras unos instantes, reuní la energía para actuar. Con esfuerzo, arrastré su cuerpo hasta una silla y procedí a atarlo de pies y manos, asegurándome de que no pudiera moverse. Una vez asegurado, me senté en el borde de la cama, la cerveza en mano, y me sumí en un silencio profundo, reflexionando sobre los acontecimientos que acababan de desplegarse.

Tomé un sorbo de la cerveza mientras esperaba a que Max recuperara la conciencia. Los minutos se deslizaron lentamente, y la botella quedó vacía en mi mano. Me levanté y caminé hasta la nevera, de donde saqué una botella de vodka. Regresé a la cama, la botella firmemente sujeta. Sentado, bebí directamente del envase, mi mirada distante, perdida en pensamientos que se desvanecían como el eco de un sueño mal recordado.

Escuché un leve gemido y dirigí la mirada hacia Max, quien lentamente abría los ojos. Con esfuerzo, articuló unas palabras entre dientes.

- ¿Oscar, qué crees que estás haciendo? - dijo con dificultad, clavando su mirada en mí.

- Yo sé lo que le hiciste a Erizo,- respondí, poniéndome de pie, una mezcla de determinación y furia reflejada en mi voz.

Su rostro cambió de expresión, una sonrisa sarcástica se dibujó en sus labios.

Changes | Oscar x Erizo (+ 18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora