𝟎𝟎

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𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐎

La oscuridad del Monte Etna envolvía los alrededores, susurros de la naturaleza resonaban en los rincones más recónditos, y yo estaba ahí, en el epicentro de la acción, con el destino de un dios en mis manos.

Ante mí, Hefesto, con esos ojos que solían brillar con la chispa de la creatividad, ahora reflejaban la desesperación y el temor. Sus mejillas estaban teñidas de un rubor provocado por el esfuerzo, y el sudor perlaba su frente, un contraste con su aspecto divino. Pero no podía permitirme distraerme por la belleza de su sufrimiento.

—Lyra, no tenemos por qué hacernos esto.— Rugió con una voz que llevaba el peso de la decepción y la impotencia. Pero no había espacio para la compasión en mi corazón. Sabía lo que debía hacer, por quién había sido entrenada, y cualquier rastro de duda debía ser desterrado de mi mente.

—Hefesto... No es nada personal.— Murmuré, aunque las palabras apenas lograron escapar de mis labios. No había espacio para explicaciones ni para justificaciones. La tarea era simple y clara: eliminar la amenaza que él representaba para el equilibrio del Olimpo.

Sin darle oportunidad de réplica, me lancé hacia él con la ferocidad de un depredador. Con un movimiento ágil y preciso, hice un corte en su pierna, obligándolo a doblarse ante mí con un gemido de dolor. Sentí el frío acero de mi espada en mi mano, una extensión de mi voluntad y determinación.

—Espera... Te amo ex toto corde, anima mea et in aeternum, Lyra.— Susurró entre jadeos, tratando de detener mi avance con palabras de amor y desesperación. Pero mi corazón ya estaba endurecido por la causa que defendía, y no podía permitirme ser desviada por las emociones.

Con un movimiento rápido y certero, alcé mi espada una vez más, preparada para asestar el golpe final que sellaría su destino. En ese momento, no había lugar para el arrepentimiento ni para la misericordia. Solo existía la misión, y yo era su instrumento.

𝐄𝐍𝐓𝐑𝐄 𝐋𝐔𝐍𝐀𝐒 𝐘 𝐒𝐎𝐋𝐄𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora