𝟎𝟏

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𝐍𝐀𝐂𝐈𝐌𝐈𝐄𝐍𝐓𝐎 𝐄𝐍 𝐃𝐄𝐋𝐅𝐎𝐒

El rumor que flota entre los susurros de las hojas y el murmullo de los arroyos cuenta una historia antigua, una historia que se teje en los hilos de la eternidad, una historia que se remonta al amanecer del mundo.

Dicen que en los albores del tiempo, cuando los dioses aún esculpían las formas del universo, hubo una fuerza primordial que emanaba de las entrañas de la tierra. Esta fuerza, nacida de la esencia misma de la naturaleza, tomó forma y vida, y así surgieron las primeras ninfas.

Las ninfas, hijas de la tierra y el agua, fueron dotadas con la gracia de la juventud eterna y la conexión íntima con los elementos que las vieron nacer. Cada bosque, cada río, cada montaña tenía sus propias ninfas, guardianas y protectoras de su hogar natural.

Y entre las ninfas, había una casta especial, las nanas, cuidadoras y educadoras de las más jóvenes. Las nanas eran sabias y gentiles, con la paciencia de las estaciones y el conocimiento de los siglos. Ellas tomaban bajo su ala a las ninfas recién nacidas, guiándose en el arte de vivir en armonía con la naturaleza, enseñándoles los secretos del bosque y los misterios del agua.

Yo, Lyra, soy una de esas ninfas, confiada al cuidado amoroso de las nanas desde el mismo día de mi nacimiento en el seno de Delfos. Mis primeros recuerdos se entrelazan con la risa plateada de las corrientes y el susurro de las hojas, con el aroma fresco de la hierba y el canto de los pájaros al amanecer.

Las nanas me enseñaron a escuchar el lenguaje de los árboles, a sentir el latido del corazón de la tierra bajo mis pies desnudos. Me instruyeron en el arte de tejer sueños en la trama del viento y danzar al ritmo del tiempo inmemorial.

En Delfos, el hogar de las ninfas, seis nanas vigilan con ternura a las jóvenes como yo. Cada una de ellas tiene a su cargo cuatro ninfas, cada una única en su esencia y su destino. Juntas, las nanas nos guían, nos protegen y nos nutren, como madres de la naturaleza que somos.

Así es como florezco en este mundo antiguo y eterno, entre las sombras de los árboles y el resplandor del sol, como una flor que se abre en el jardín de los dioses, sabiendo que siempre estaré cuidada por las manos amorosas de las ninfas y las nanas que me han dado la bienvenida en este vasto y misterioso reino.

***

—Lyra, ¿me estás escuchando?— La voz de Vaela irrumpió en mi mente, arrastrándome de vuelta a la realidad. Asentí sin apartar la mirada del horizonte, dejando que mis pensamientos se desvanecieran en la melodía del viento entre los árboles.

—Lo siento, estaba perdida en mis pensamientos. Pero sí, te escuchaba. Cuéntame más sobre este misterioso sátiro que ha logrado capturar tu interés de esa manera.

El susurro de las hojas pronto se vio interrumpido por las palabras de mi amiga, confiadas y llenas de emoción.

—Oh, Lyra, es difícil de describir. Es como si su presencia llenara cualquier espacio vacío en mi corazón. Y su aspecto... bueno, déjame decirte que es absolutamente encantador. Su cabello rizado cae en cascadas salvajes sobre sus hombros, como si estuviera constantemente envuelto en el viento del bosque. Su piel morena resalta contra el verde de la maleza, y esos ojos rasgados... son como dos luciérnagas brillando en la oscuridad. Y su físico, ¡uf!, es simplemente impresionante. Fortachón, pero ágil como un ciervo. Es como si estuviera esculpido por la misma naturaleza.

Era típico de ella, siempre encontraba una forma de sorprenderme con sus historias y desventuras amorosas. La conocía lo suficiente como para reconocer la chispa de excitación en sus ojos, aunque no pudiera verla directamente. A medida que hablaba, podía sentir cómo su energía llenaba el espacio entre nosotras, como si fuera un aura vibrante que irradiaba vitalidad. - Entonces, concluyendo... Ese sátiro, Ciro, resultó ser tan tierno, jamás me había sentido así con nadie, es como si por primera vez estuviera viva en mucho tiempo, ¿entiendes?

𝐄𝐍𝐓𝐑𝐄 𝐋𝐔𝐍𝐀𝐒 𝐘 𝐒𝐎𝐋𝐄𝐒 (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora