ANCLA | Millones de veces me repetí que estaría sola, condenada a cuidar a mi padre y a mis hermanos
⚘
Nadie dijo que una ojos verdes y mi conexión, me darian la libertad para poder decidir
...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
✨
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Porque morir no duele, lo que duele es el olvido.
—Subcomandante Marcos.
Vivir es difícil, pero morir también lo es. Jamás pensé que mi vida terminaría tan pronto. Jamás pensé que volvería a ver el más allá después de despedirme de Ethan. Hasta ahora que estoy enfrente del mar grisáceo. No puedo dejar de pensar en todas las cosas que no hice cuando estaba viva.
Apreté mis manos fuertemente tratando de despertar. Cuando Marcus dijo que debía de volver, que todavía no era mi tiempo de estar muerta, de que mi vida terminara, desperté en este lugar en medio de girasoles. Recorrí gran parte del lugar hasta que llegué al mar.
El recuerdo que cuando pasé la tarde con Cinco jugando en el agua llegó a mi en ese momento y no pude evitar admirarme por la belleza del paisaje. Lo extrañaba. Sentía un vacío dentro de mí a pesar de que podía sentir todavía sus emociones. La incertidumbre, la preocupación, la tristeza.
» La culpa.
Quería gritarle. Quería decirle que me encontraba bien. Que dejara de lastimarse. Que pronto iba a volver a sus brazos. Me abracé rápidamente esperando que él pudiera sentir aquello. Que sintiera el amor que le tengo y lo mucho que lo extraño.
Después de unos momentos comienzo a caminar hacia el otro lado del lugar. Parece gigantesco así que supongo que todavía me faltan cosas por ver. En efecto, luego de una extensa caminata llego a lo que parece ser un desierto.
Hay una pared gigante. Una televisión y un par de sillones. Me acerco lentamente mientras pongo atención a la plática que están teniendo aquellas dos personas que me resultan familiares.
—¿Por qué le ponen piña a una pizza? —preguntó uno de ellos. Lo reconocí al instante. Klaus estaba aquí. Me acerqué más.
—¿Sabes? Si lo piensas bien, solo somos...—se quedó callado el segundo. Presté más atención a su voz—, diminutos granos de arena entre otros muchos.