ANCLA | Millones de veces me repetí que estaría sola, condenada a cuidar a mi padre y a mis hermanos
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Nadie dijo que una ojos verdes y mi conexión, me darian la libertad para poder decidir
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Cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga.
—Víctor Hugo
Oscuridad era lo único que podía ver en este momento. Los escombros habían cerrado la única salida que me quedaba. La intensa luz rojiza de Kugelblitz me dejaba casi ciega y mi poder desde adentro parecía estar moviéndose desesperadamente. No sabía si por miedo o atracción a aquella cosa que tenía a unos cuantos pasos.
Me moví despacio por el lugar. Buscaba alguna ventana que pudiera romper, pero la poca movilidad que tenía me dejaba en desventaja. La sangre salía rapidamente de mi cuerpo y me hacia perder el equilibrio. Al parecer la herida no estaba sanando como anteriores veces.
Escuché un grito lejano. Pudiera ser mi nombre, pero hice lo posible para moverme en esa dirección. La segunda planta seguía cayendo, los escombros eran mucho más grandes y algunos estuvieron a punto de aplastarme.
Solté un gruñido por el dolor—. ¡Cinco! —grité cuando lo vi a lo lejos. Volteó para verme.
No me importó en lo absoluto la gran herida que cargaba. La luz de la paradoja se hacia más intensa cuanto más me acercaba al chico. De un momento a otro ya me encontraba casi corriendo hacia los brazos de él. Necesitaba estar con él para sentir que todo iba a estar.
Mis pies se movían con rapidez y el pasillo por donde estaba parecía estar tan extenso porque sentí que todavía me faltaba demasiado para llegar a él. Por un momento pensé que mi mente estaba jugando conmigo por la falta de sangre.
Cinco parecía estar moviéndose de manera lenta también. No lo vi usar sus poderes, pero si pronunciar mi nombre varias veces. Me sentía desfallecer, aumenté mis pasos y lancé mi mano hacia enfrente esperando que la tomara y después nos sacara de aquí antes de ser consumidos por aquella cosa.
» Me negaba a ser consumida y perderme para siempre.
Sentí los dedos de mi chico rozar los míos. Una gran luz blanquecina inundó toda la habitación y me quedé ciega por unos momentos. No supe si Cinco había tomado mi mano y nos había sacado o ambos habíamos sido consumidos por la paradoja. Solo sabía que estaba demasiado cansada y dejé que mis ojos se cerraran viendo solamente oscuridad.