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No había forma posible para ocultar lo que pasaba, Lucía creía que era demasiado obvia con sus sentimientos y todos sus amigos estaban de acuerdo con eso.
A Lucía le gustaba Alejandra, fácil y sencillo. Se conocían desde hace mucho tiempo, pero meses atrás comenzó todo, la castaña no sabía cómo explicar pero se había enamorado de su mejor amiga.
Tal vez era el cabello largo y pelinegro de Alejandra o sus ojos azules que brillaban con emoción al verla llegar, quizás su sonrisa que animaba sus días y lo contagiosa que esta era, incluso podrían ser las miles de pecas que decoraban con tanto cuidado las mejillas de la chica que le robaba los suspiros.
También su personalidad tan alegre y animada que la había sacado de su tristeza era un factor muy importante, el cómo podían pasar horas y horas hablando de cualquier cosa, riendo o simplemente escuchando música tranquilas debajo de un árbol.
No había dudas de que Alejandra era preciosa, y menos desde los ojos rojos de Lucía.
Pero la castaña tenía un gran problema con eso. No era que en Karmaland las relaciones del mismo sexo no fueran aceptadas, hace unos meses Verónica y Lola se habían casado en una gran celebración donde todos fueron invitados, una boda muy divertida a su punto de vista.
Su problema era que, a pesar de intentarlo, Alejandra no parecía captar ni una de sus indirectas.
La primera vez que Lucía trató de besar a Alejandra fue en una salida "amistosa" a un museo.
Alejandra todavía era relativamente nueva en Karmaland, había muchas cosas que no sabía y Lucía le prometió que irían al museo un día para contarle toda la historia de lo que pasó en su adorada ciudad. Ese día había llegado y desde temprano se reunieron en un punto medio para ir juntas al museo.
Con paciencia y cariño, la castaña respondió a todas las preguntas que tenía la pelinegra sobre las pinturas y objetos que veían, admirando a su amada que con emoción estudiaba cada cosa que formaba parte del museo.
En un punto estuvieron de frente a una gran pintura enmarcada de cinco hombres bien vestidos, con sus armas representativas en mano y sonrisas ganadoras.
—Lucía— la pelinegra la llamó, confundida ante la descripción de la imagen que estaba en la placa "Héroes fundadores" —¿Quiénes son ellos?
